HISTORIAS

Liderazgo sostenible: reflexiones desde la práctica profesional

¿Qué conclusiones quedan después de décadas dedicadas al liderazgo sostenible?

Por Mauricio Cárdenas*


Ya es claro que el liderazgo sostenible hace la diferencia entre unas empresas indiferentes a su entorno social y ambiental, y las que demuestran con acciones de inclusión y respeto al ambiente su preocupación por uno y otro.

Hace más de tres décadas tomé una decisión que cambió mi vida, elegí hacer un posgrado en Estados Unidos que me introdujo a la evaluación del impacto social y ambiental de los proyectos de desarrollo.

El término ‘sostenibilidad’ aún no se había inventado. Yo venía de trabajar en Colombia asesorando a asociaciones de campesinos que recibían el apoyo de la Federación de Cafeteros para diversificar su producción más allá del café. Se trataba de incrementar sus ingresos a como diera lugar y sin preocuparse por los costos de hacerlo. La Federación tenía amplios recursos financieros y se podía dar el lujo de darle a esas asociaciones asistencia técnica, créditos blandos, instalaciones, equipos, vehículos y hasta gerentes para el manejo de sus operaciones de producción, procesamiento y comercialización de productos diferentes al café en las llamadas zonas de diversificación.

Estaba de moda la ‘revolución verde’, es decir, el uso de semillas mejoradas, la tecnología agroquímica y los sistemas de riego para aumentar la productividad del campo. La prioridad era aumentar la oferta de alimentos exportables y de productos agrícolas industrializables, no proteger la naturaleza, evitar daños ambientales, ni mucho menos hacer más accesibles los alimentos a la población de bajos ingresos.

Cuando empecé el posgrado yo quería entender por qué a pesar de todas esas ayudas de parte del gremio que los había organizado, los campesinos no habían mejorado significativamente su calidad de vida y se habían vuelto dependientes de una burocracia asistencialista y, a medida que avancé en mis estudios, empecé a cuestionarme el modelo mismo de asistencia técnica que los campesinos recibían. Ya habían surgido los primeros ambientalistas que miraban con recelo la experimentación genética, el uso indiscriminado de agroquímicos y las políticas de fomento de las exportaciones agrícolas con demérito de la oferta de alimentos para la subsistencia de la población de bajos ingresos (incluidos los campesinos mismos).

Fue así como descubrí el mundo de la ‘tecnología apropiada’ y la ‘economía a escala humana’, conceptos precursores de algunas de las prácticas de sostenibilidad de hoy en día. Investigué en esa época acerca del posible papel de las energías renovables en el desarrollo rural en el contexto de países como Colombia. También examiné la influencia de las políticas económicas y el cambio tecnológico sobre la distribución del ingreso. Me enfoqué particularmente en la capacidad de negociación de los trabajadores sindicalizados y su efecto sobre el bienestar del conjunto de la población.

A mi regreso a Colombia, mi vinculación a la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, como profesor e investigador, me llevó en otra dirección, la de la administración de grandes proyectos de infraestructura minero-energética y de la gerencia de recursos humanos en organizaciones empresariales y del sector público. Ambos frentes tenían algo en común, los retos del liderazgo y de su relacionamiento con el entorno social, político, económico y tecnológico.

Muy rápidamente descubrí la respuesta a la inquietud que me había llevado a elegir mi área de profundización en el posgrado: que la continuidad de la pobreza y las desigualdades, en una sociedad como la colombiana, eran función directa de las estrategias de desarrollo adoptadas por un liderazgo no incluyente, tanto a nivel empresarial como en el Estado. La nueva pregunta que me surgió fue qué podía hacer yo para contribuir como académico y consultor a cambiar esta situación.

En las últimas dos décadas me he dedicado a explorar respuestas a esa nueva pregunta. Lo he hecho más de la mitad de ese período en otros países del continente americano y en los últimos siete años en Colombia. Entré a formar parte de una red global de consultoría y coaching de origen sueco, que ha adaptado los modelos de liderazgo compartido, aprendizaje organizacional, inclusión social y respeto al medio ambiente a los contextos culturales de lugares tan diferentes como México, Estados Unidos, Brasil, Venezuela y, por supuesto, Colombia. He tenido el privilegio de compartir con colegas que no solo han avanzado el pensamiento del ‘liderazgo sostenible’, sino que han promovido su aplicación en grandes empresas multinacionales, organizaciones no gubernamentales, entidades multilaterales como el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) y el Banco Mundial; y en medios académicos vinculados a PRME, iniciativa de Naciones Unidas para la educación en principios gerenciales responsables que forma parte del Pacto Global.

¿En qué consiste el ‘liderazgo sostenible’ al que hago mención? Nadie mejor que mi colega Isabel Rimanoczy, psicóloga y Ph.D. en educación de origen argentino y residente en Estados Unidos, para explicarlo a través del libro basado en su tesis doctoral de Columbia University. Dice Isabel: “Me pregunté qué pasa con los líderes empresariales que aparecen en las noticias todos los días, ¿acaso son conscientes del impacto que sus decisiones tienen sobre el ambiente y las comunidades que los rodean?”

Isabel eligió enfocarse en aquellos líderes que no solo han demostrado preocuparse por el impacto de sus decisiones, sino que han implementado acciones para que sus empresas generen efectos positivos sobre el ambiente y las comunidades, independientemente de la relación de esas acciones con la estrategia de negocios de sus empresas. La teoría del valor compartido de Michael Porter privilegia la realización de acciones frente al entorno que le dan respaldo a la estrategia de negocios.

Al hacer la reconstrucción de las historias de vida de 16 de estos líderes, que dirigen empresas globales ejemplares en cuanto a la sostenibilidad y la responsabilidad social, Isabel identifica dos elementos que los líderes tienen en común: un sentido de misión personal (o propósito de vida) y un especial desagrado respecto a las desigualdades sociales y los daños ambientales. Su liderazgo sostenible es el resultado de una posición ética frente a la sociedad y el planeta, combinada con unas capacidades para influir positivamente sobre las acciones de otros mediante aspectos como:

  • Inspiración
  • Comunicación
  • Generación de compromiso
  • Ejecución
  • Escalamiento

 

Hoy en día mi práctica profesional, y la de mis colegas, se nutre de estos elementos y capacidades en nuestra relación con los líderes de las empresas, emprendimientos y organizaciones, a las que les damos apoyo para ser sostenibles desde los puntos de vista económico, social y ambiental (la triple cuenta). Adicionalmente, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por el Pacto Global, iniciativa de Naciones Unidas a la que han adherido en Colombia más de 600 empresas y organizaciones de múltiples sectores y tamaños, constituyen nuestro marco de referencia para evaluar su contribución a la sociedad y el planeta, en alineamiento con sus estrategias de negocios e institucionales. Ya es claro que el liderazgo sostenible hace la diferencia entre unas empresas indiferentes a su entorno social y ambiental, y las que demuestran con acciones de inclusión y respeto al ambiente su preocupación por uno y otro.

 

*Mauricio Cárdenas es presidente de la junta directiva de la Cámara Verde de Comercio.

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