EQUILIBRIO
Cómo lograr que el subconsciente lo deje liderar
¿Hay personas que le dan ‘mala espina’? Aquí puede estar la explicación.
Por Andrés Acevedo*
Una característica importante de los líderes conscientes es su capacidad de adaptación – de ser flexible a la hora de integrar nuevos conocimientos a sus ideas y de modificar sus puntos de vista. Esta flexibilidad adquiere especial importancia cuando la manera como hacemos las cosas difiere de lo que la ciencia sugiere.
Poco se habla del subconsciente y del papel que juega en nuestras vidas. Y cuando se menciona, las conversaciones suelen girar alrededor de la famosa ‘ley de atracción’. El subconsciente termina relegado, entonces, a charlas motivacionales y asuntos místicos del universo, mientras que la perspectiva científica – tan necesaria en este mundo liderado por opiniones – ha quedado por fuera de la discusión.
Aquí les presentamos un libro que ofrece una mirada científica al subconsciente y, de una manera fascinante, intenta develar algunos de sus misterios.
Extraños para nosotros mismos – Strangers to ourselves – del psicólogo Timothy Wilson ofrece una nueva manera de entender no sólo el subconsciente, sino también nuestras personalidades y estados de ánimo. No en vano el genial Malcolm Gladwell lo ha reconocido como “probablemente el libro más influyente que he leído”.
¿Qué papel juega el subconsciente en la infelicidad de los seres humanos?
Esa es la pregunta que Timothy Wilson, un psicólogo estadounidense de la Universidad de Virginia, se propuso responder a comienzos de este siglo. No se trata de un objeto de estudio novedoso – desde comienzos del siglo XX Sigmund Freud advertía que la mente de los seres humanos se divide en dos: el consciente y el subconsciente. Es en este último, sugería Freud, donde residen los pensamientos, sentimientos y memorias que generan los trastornos de los pacientes neuróticos.
La labor del terapeuta, entonces, es ayudar al paciente a iluminar esa ‘cueva oscura’ – Freud tenía una particular fascinación por la arqueología – para llevar del subconsciente, o inconsciente, esos pensamientos, sentimientos y memorias hacia la consciencia, para luego poder tratarlos. Esta teoría freudiana representa nada más y nada menos que el nacimiento del psicoanálisis.
Casi cien años después, Wilson, en su libro Extraños para nosotros mismos propone un entendimiento diferente del subconsciente, algo así como la versión 2.0 del subconsciente. En esta versión 2.0, el subconsciente no es meramente una cueva donde descansan esos contenidos mentales que enferman a los pacientes, sino que es un sistema mental, al igual que la consciencia, que además de almacenar, es capaz de generar pensamientos y sentimientos, en algunos casos de manera más eficiente que la misma consciencia.
El subconsciente es un sistema más viejo que la consciencia y, en coherencia con lo que nuestros antepasados necesitaban para sobrevivir, está diseñado para escanear rápidamente el ambiente y detectar patrones, especialmente amenazas. Por ese motivo, hoy en día, ante ciertas situaciones particulares, sentimos una sensación extraña en las tripas, un ‘presentimiento’ que no logramos explicar. Es, según Wilson, nuestro subconsciente advirtiéndonos sobre una amenaza.
Pero la utilidad del subconsciente no se queda ahí. Sin él, no podríamos pararnos de la cama. Tendríamos que pensar conscientemente en cada orden a cada músculo para lograrlo. El subconsciente, además, es un especialista en procesar información. Cada segundo el mundo nos bombardea con cerca de 11 millones de diferentes estímulos, de las cuales conscientemente sólo logramos procesar 40. Cuarenta de 11 millones. El resto de esa información que procesamos, la procesa el subconsciente.
La mente humana es un sistema muy bien diseñado capaz de lograr múltiples tareas al mismo tiempo – es, en palabras de Wilson, ‘el mayor logro de la humanidad’. Mientras de manera inconsciente analiza el entorno, puede ocupar la consciencia en otros asuntos. Sin embargo, no todo son buenas noticias. Si bien tenemos un sistema potente que complementa nuestra consciencia, el subconsciente puede jugarnos malas pasadas.
Apoyado en varios experimentos psicológicos, Wilson sugiere que una parte importante de nuestra personalidad, y por lo tanto la explicación de muchos de nuestros comportamientos, reposa en el subconsciente y nuestro acceso a ellos es limitado. Por más que queramos desenmascarar – o ‘iluminar’ como diría Freud – esos contenidos mentales ocultos, no lo podemos lograr a través de un proceso mental consciente.
Esto sin duda es un gran reto para los seres humanos. La sola idea de que exista una importante porción de nuestra personalidad que no conocemos – somos extraños para nosotros mismos – y que además de eso afecte la manera como nos comportamos y como las demás personas nos reconocen, resulta desalentadora. ¿Cómo es posible que a la ecuación de las numerosas cosas sobre las que no tenemos control (el avión en el que viajamos, el clima de la ciudad donde vivimos) tengamos que sumarle también una buena porción de nuestra personalidad?
Para Wilson, este asunto va mucho más allá de la falta de control, pues la incapacidad de comprender lo que está en nuestro subconsciente supone un problema de mayor envergadura para nuestra salud mental. En efecto, la inconsistencia entre la parte de nuestra personalidad que reside en el subconsciente y nuestra personalidad consciente (lo que creemos que somos o deseamos ser) es una importante causa de infelicidad en los seres humanos.
A través de una serie de experimentos, Wilson concluyó que cuando hay congruencia entre la personalidad consciente (la imagen que la persona tiene de sí mismo) y la inconsciente, las personas reportan mayores niveles de bienestar y felicidad.
¿Qué podemos hacer para que nuestras personalidades conscientes e inconsciente concuerden?
La respuesta de Freud sería ir a terapia y buscar iluminar esos contenidos mentales. Wilson, con una extensiva revisión de la literatura psicológica y a través de varios experimentos, concluye contundentemente que la introspección no es el camino.
El subconsciente es un sistema que reconoce patrones y comportamientos habituales. Si queremos que nuestra personalidad inconsciente concuerde con la personalidad que conscientemente construimos, la mejor estrategia es comportarnos de la manera como queremos ser. Para lograr ese cometido, la clave es contarnos historias a nosotros mismos. Historias de cómo somos y cómo queremos ser.
El poder de esta idea va más allá de lograr el equilibrio de nuestra salud mental. Según este planteamiento, los seres humanos tenemos la posibilidad de cambiar nuestra realidad a través de historias que, a su vez, podemos construir y moldear. “El mundo no está hecho de átomos, está hecho de historias” decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano. La investigación de Wilson le ha dado plena vigencia a esa frase. Nuestro mundo se adecúa a la historia que nos contamos a nosotros mismos.
Sin embargo, no basta con construir narrativas alrededor de lo que deseamos ser. Hay que actuar conforme con esas narrativas. Dice Wilson que el mejor consejo que puede dar es “practicar, practicar y practicar”. El subconsciente reconoce patrones y comportamientos habituales y los convierte en creencias, sentimientos y pensamientos. La clave entonces es comportarse consistentemente – para que el subconsciente lo pueda reconocer – de la manera como uno quiere ser.
Extraños para nosotros mismos fue publicado en el 2004. Más de diez años después Wilson reafirmaba las conclusiones de su investigación en su último libro Redirect: the surprising new science of psychological change y soltaba la siguiente perla: “mi idea favorita es que las personas se convierten en lo que hacen”. Esa es la idea favorita de Wilson, la mía del momento es que los líderes conscientes tienen que ser concientes del poder del subconsciente y la capacidad transformadora que tiene.
* Andrés Acevedo es editor de CUMBRE y colaborador del Centro de Liderazgo del CESA.
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