HISTORIAS
Edward Bok y el arte de aprender de personas
Edward Bok no tuvo más de siete años de educación formal, pero aun así fue un reconocido editor y ganador de Pullitzer. ¿Qué lecciones guarda su historia?
Por Andrés Acevedo Niño*
En el ámbito artístico es común que se desarrollen relaciones entre aprendices y maestros; ni que decir en disciplinas especificas como las artes marciales, el yoga o la meditación. Pero, ¿qué hay de los escenarios profesionales?
A comienzos de 1915, Edward Bok, editor de la influyente revista americana The Ladies’ Home Journal, recibió una carta que lo sorprendió. Bok, que para ese momento recibía alrededor de un millón de cartas al año de parte de sus lectoras, se disgustó con lo que afirmaba esta lectora en particular:
Es realmente muy fácil de su parte hablarnos de economía cuando usted no tiene que sufrir de necesidades económicas […] ¿Se le ha ocurrido, alguna vez, a usted que nació con una cuchara de plata en su boca, que la escritura teórica es bastante fría y fútil comparada con la cruda situación, que tantos de nosotros vivimos, de tener que sudar por el pan de cada día – y de la que usted no conoce nada al respecto?
La respuesta de Bok no fue a través de correspondencia, sino que aprovechó la situación para publicar, en la edición de abril de 1915 de la revista, un breve ensayo que tituló Why I Believe in Poverty (Por qué creo en la pobreza). En él, Bok admite que nació en una familia acomodada, pero que muy pronto la situación cambió dramáticamente: su padre perdió todo su dinero, lo que los forzó a emigrar hacia Estados Unidos en búsqueda de nuevas oportunidades.
Mientras que su padre, a sus 45 años, buscaba su lugar en el mundo y su madre realizaba, por primera vez en su vida, labores del hogar, el pequeño Bok, de tan solo 6 años, aprendía, en un colegio público, sus primeras palabras en inglés. Después del colegio, Bok y su hermano volvían a casa con la intención no de recrearse sino de ayudar a su madre con las pesadas labores del hogar. Salían, en medio del crudo invierno, en busca de pedazos de carbón que algún vecino descuidado hubiera perdido sobre la acera y que ahora servirían para alimentar el fuego en casa de los Bok.
A los diez años de edad, consiguió su primer trabajo limpiando la vitrina de una panadería. En poco tiempo le permitieron vender pan y pasteles. “Entregaba panes frescos, recién horneados, que olían delicioso, y yo a duras penas había probado bocado en todo el día”, recuerda Bok.
Dejó definitivamente el colegio a los trece años y consiguió trabajo como ayudante en una oficina de la Western Union, la compañía de correos. “Aunque abandonó el colegio, nunca abandonó la idea de educarse”, escribe Dale Carnegie, otro estadounidense que se hizo a puro pulso.
Lo que sucedió a continuación fue verdaderamente asombroso: Bok comenzó a caminar hasta el trabajo, “ahorrando los costos de transporte y no almorzó hasta que tuvo suficiente dinero para comprar una enciclopedia de biografías de estadounidenses”, escribe Carnegie. Con su nueva adquisición aprendió sobre las vidas de los personajes célebres de la historia americana. A los que aún vivían, les empezó a escribir preguntándoles por información adicional sobre sus vidas.
“Le escribió al General James Garfield, que en ese momento se lanzaba a la presidencia, y le preguntó si era cierto que él, en su infancia, había trabajado abordo de una embarcación. Al General Grant le preguntó por una batalla específica, y Grant le respondió con un mapa dibujado por él y con una invitación a conocer su casa y cenar con él”, relata Carnegie.
En poco tiempo, Edward Bok logró mantener correspondencia con personajes de la talla de Ralph Waldo Emerson y la esposa de Abraham Lincoln. En sus vacaciones, Bok era invitado a las casas de sus amigos epistolares. “Estos hombres y mujeres lo impregnaron de una ambición y una visión que moldearon su vida”, concluye Carnegie.
Lo que parecía, en principio, un hobbie interesante pero inútil, terminó convirtiéndose en la columna vertebral de un editor y novelista ganador de un premio Pullitzer. Un logro extraordinario considerando que Edward Bok no contó con más de siete años de educación formal.
Aventurarse a escribirle a estos personajes obedecía a mucho más que a un simple pasatiempo. Como el mismo Bok escribe en su autobiografía The Americanization of Edward Bok (La americanización de Edward Bok), “la cuestión de la educación propia se convirtió en un pensamiento absorbente”. Y es que Bok sabía que “siete años de educación difícilmente serviría como la base de una carrera exitosa”.
Para Bok la ausencia de oportunidades formales no se traducía en una ausencia de oportunidades. Con poco más que papel y lápiz, consiguió la educación que necesitaba para una carrera exitosa.
Los beneficios de tener un mentor
Lo de Edward Bok bien podría pasar a la historia como algo meramente anecdótico: un tipo atrevido que tuvo la fortuna de desarrollar relaciones con algunas de las personas más influyentes del momento y que ayudaron a catapultar su carrera. Sin embargo, hay algo que subyace a las circunstancias específicas del caso Bok y que ha demostrado traer importantes ventajas para quienes lo practican: el arte de aprender de personas.
En el ámbito artístico es común que se desarrollen relaciones entre aprendices y maestros; ni que decir en disciplinas especificas como las artes marciales, el yoga o la meditación. Pero, ¿qué hay de los escenarios profesionales?
En 1977, un estudio adelantado por Gerard Roche –el cazatalentos célebre por llevar a John Sculley como CEO de Apple– advertía sobre los beneficios que trae a los ejecutivos tener un mentor. Entre ellos figuraban compensaciones más altas, mejor educación, y mayor proclividad a seguir un plan de carrera.
En efecto, ese estudio encontró que el incremento promedio de salario de los ejecutivos que han tenido mentores es del 28,8% respecto de aquellos que no han tenido. Si a eso se suma que las bonificaciones de dichos ejecutivos son un 65,9% más altas que las del resto, la conclusión parece ser clara: es buen negocio tener un mentor. Pero los beneficios no sólo se tasan en dinero, la diferencia en educación formal entre aquellos que tienen un mentor y los que no es significativa: de los pupilos, casi la mitad cuentan con un diploma avanzado y un cuarto de ellos con un MBA. En cambio, solo 4 de 10 de aquellos que no tienen un mentor tienen un diploma avanzado y menos de 1 de cada 5 un MBA.
Los resultados positivos de tener un mentor han sido extensivamente estudiados y, en general, concuerdan con los planteados inicialmente por el estudio de Roche. Un estudio adelantado en 2004 por profesores de la Universidad de South Florida analizó la investigación empírica realizada hasta el momento sobre las relaciones entre mentores y pupilos y concluyó que hay resultados positivos tanto objetivos (como compensación) y subjetivos (satisfacción profesional) en los pupilos.
Ese estudio también ofrece algunas luces respecto a cuáles son las acciones específicas que hacen tener un mentor sea tan beneficioso. Dentro de los comportamientos de los mentores que inciden en esos resultados se encuentran los siguientes: la provisión de una red de contactos por fuera de la organización, asignación de tareas intelectualmente retadoras, retroalimentación personalizada, y consejos en estrategia de carrera profesional.
Una buena relación de mentoría le ahorra al pupilo tiempo y dinero. Lo guía por caminos acertados y evita que caiga en los errores que son comunes entre los profesionales de su industria o disciplina. Eso sí, rara vez los mentores van por ahí en búsqueda de un aprendiz. La carga de iniciar la relación recae, las más de las veces, en este último. Y ,en el inicio y desarrollo de la misma, es común que se cometan los siguientes errores:
“Me dijeron que ibas a ser mi mentor”
La búsqueda de un mentor debe provenir de una motivación intrínseca; del deseo profundo de querer aprender de alguien, y no de haber leído sobre lo importante que es tener uno. En ese sentido, la autenticidad es clave en ese primer acercamiento con el potencial mentor. Una buena manera de saber si se trata de una iniciativa auténtica es preguntarse lo siguiente: ¿Qué le llama la atención de la trayectoria de la persona? ¿Cómo cree que puede contribuir en su desarrollo? ¿Por qué cree que sería una relación provechosa para los dos?
Mauricio Rodríguez, profesor de liderazgo que ha vivido estas relaciones como mentor y pupilo, reconoce que la fórmula perfecta para que se abstenga de ser mentor de alguien es que esa persona lo busque “no por motivación propia, sino porque le dijeron que tenía que hacerlo”.
Es una relación, no una transacción
Si bien es cierto que las relaciones de mentoría resultan en importantes beneficios, particularmente para los pupilos, tratarla como una transacción es una buena manera de garantizar que la interacción no prospere.
Lo que subyace a las relaciones de mentoría es un interés mutuo por aprender: mientras que el pupilo desea avanzar su carrera, para el mentor es valiosa la mirada fresca y energética de su aprendiz. Como el propósito es generar valor para ambas partes, gestionar dicha relación como se haría con una transacción, probablemente rompería con el espíritu colaborativo de la asociación.
No ser uno más
Así como en los últimos treinta años las relaciones de mentoría han incrementado, también lo ha hecho el número de pupilos que buscan un mentor. Eso ha resultado en que muchos se acerquen a potenciales mentores con la intención de simplemente cumplir con un requisito de carrera para acercarse al éxito. No es sorpresa, entonces, que muchos profesionales exitosos tengan sus bandejas de entradas llenas de correos con el asunto ‘Quiero que sea mi mentor’. Dentro de esa marea de correos, lo más probable es que el suyo se pierda. Sobresalir se convierte, entonces, en la prioridad.
Evidenciar que usted conoce la carrera del personaje y que tiene buenas razones para contactarlo es una manera de sobresalir entre la manada de jóvenes profesionales soñadores. A eso conviene sumarle un poco de osadía. Para ilustrarlo basta con este ejemplo de Edward Bok: en la primera carta que le escribió al general victorioso de la Guerra Civil estadounidense, William T. Sherman, incluyó una cita : “la pluma es más poderosa que la espada” y le preguntó a Sherman –que había triunfado gracias al poder de espadas y armas– por su opinión al respecto. Este tipo de provocación intelectual garantizó respuesta por parte del general y, a la vez, logró que Bok pusiera un pie en la puerta que daría lugar a su relación con Sherman.
Exprimir la naranja
Una vez el pie esté en la puerta, lo que sigue es generarle valor al mentor y aprovecharlo al máximo. En esa tarea, la clave está en la calidad de las preguntas. Recuerde: está buscando sabiduría, no mera información coyuntural. Una preguntaque Mauricio Rodríguez siempre hace es ¿cuál ha sido la principal lección que ha aprendido de su mayor acierto y de su mayor error? Otra buena pregunta es ¿cómo fue el proceso para tomar determinada decisión (que ha probado ser acertada)?
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Hay un recurso que abunda y que no ha sido lo suficientemente explotado: los aprendizajes y las lecciones de los más experimentados. La buena noticia es que si en la época de Bok se encontraban a una carta de distancia, hoy en día la distancia se ha reducido significativamente; basta con hacer uso de las plataformas tecnológicas para estar muy cerca de conversar con ese que siempre ha admirado.
Ahora, la tendencia es a decirse a uno mismo: “pero esa persona tan ocupada qué va a tener tiempo de responderme”. Conviene, sin embargo, recordar lo que escribiría años atrás el mismo Bok: “Cualquier personaje público, sin importar cuán extensa su correspondencia, se complace de recibir una carta entusiasta de un joven en busca de información”.
Vale la pena atreverse a retar las propias suposiciones en lo que tiene que ver con las personas que uno admira. Asumir el papel de joven entusiasta y entablar relaciones inesperadas. Tal vez le vaya tan bien como a Edward Bok o, en el peor de los casos, tan bien como a los profesionales que tienen un mentor.
*Andrés Acevedo Niño es cofundador de 13% Pasión por el trabajo, el principal podcast en español sobre satisfacción en el trabajo.
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