PERSONAJES

El emprendedor tiene que creerse su propio éxito

Gastón Lungman, codirector y compositor musical de Voalá, dice que la clave del éxito en el emprendimiento artístico es la confianza inquebrantable en el producto.

Por Sebastián Payán


Ilustración: Jorge Tukan

“Si tú planteas un producto sostenible, con un buen equipo, y con una fórmula que conozcas, el resto se escribe sólo”.

Gastón Iungman

“¿Quién es el director?”, pregunta uno de los periodistas invitados al ensayo abierto de Muaré en la plaza de toros La Santamaría. La jefa de prensa señala a un hombre de pelo oscuro y largo, con ojos claros, gabardina negra y un cigarrillo en la mano. “¿Ese? ¿Ese ‘pelilargo’?”. Ella asiente. ‘Ese’, Gastón Lungman, es quien está detrás de la producción y composición de la más reciente obra de la compañía española Voalá, que se presentó por segunda vez hace unos meses en el Festival Iberoamericano de Teatro – FITB –.

Los comienzos del compositor argentino Gastón Lungman fueron con la compañía teatral Puja en 1998, en la que fue director musical, productor y compositor. La compañía le ayudó a sentar las bases de lo que quería lograr en el teatro: crear música que se desarrollara de la mano con el teatro y no como un acompañamiento. En el 2007, cofundó Voalá junto con Roberto Strada, grupo que se ha presentado en países como Corea, Francia, España, Inglaterra, Argentina y Canadá. Dice que parte del éxito de la compañía se debe a que supo reconocer a tiempo uno de los defectos más grandes del arte suramericano: los trabajos artísticos se hacen sin rigurosidad, sin planeación y sin objetivos a largo plazo: “Todo pensando en sobrevivir, ¿entiendes? Se debería hacer pensando en crecer”.

 

¿De dónde salió la idea de un concierto con imágenes?

Nosotros venimos con la compañía Voalá hace muchos años en la idea de trabajar distintas ramas escénicas. Primero estuvimos explorando la música como acompañamiento, que es como se trabaja en varios montajes, pero ahora, quisimos adentrarnos en otro estilo. Muaré es como una oxigenación. Un estilo que no es nuevo, porque seguramente todo en el arte ya está hecho, pero que para nosotros fue exactamente eso: una oxigenación. Quisimos que la coreografía fuera acompañando la música y la música a la coreografía. Algo arriesgado porque el público del teatro no espera encontrarse con eso. Nosotros hemos logrado que la gente se quede, hacemos un espectáculo para todos y con el que estamos contentos.

¿Cuáles son los retos de liderar proyectos para teatro? ¿Cuál es la diferencia con hacerlo en otras áreas?

En el teatro hay muchas piezas, muchas personas dependen de lo que produces o compones. Es clave entender que dependemos el uno del otro. En cada función somos un relojito, si uno falla, el relojito se daña. Puede que el error no sea grande y se arregle con una vueltecita, pero si no es así, pues, el reloj no da la hora y la función se cae. Yo empecé a trabajar con escenarios de gran formato desde el año 98-99. Tienes que tener claro que a un escenario más grande se le vienen retos más grandes: agrandas las tablas y agrandas las deudas. Aquí, en Suramérica, estamos acostumbrados a que el teatro siempre tiene deudas y está por quebrarse. Pero no es un estado permanente del que no se pueda salir. Si tú planteas un producto sostenible, con un buen equipo, y con una fórmula que conozcas, el resto se escribe sólo. Siempre hay riesgos, nosotros nos estamos arriesgando con el rock, pero podemos darnos ese lujo porque hemos creado buenas bases para tomarlos. Los riesgos en teatro no deben ser pasos en el aire, tienes que tener siempre donde aterrizar.

¿Qué aprendió con Voalá en Europa que pudiera aportar a los líderes artísticos aquí?

Yo soy argentino y en Suramérica estamos acostumbrados a ser flexibles y utilizar todos los recursos que tenemos. Esa flexibilidad no siempre es buena. Trae conformismo, trae pereza. En Europa la cosa es distinta, los recursos son organizados, planificados, llevados con orden. Se planean todas las eventualidades antes de trabajar un producto artístico y si la obra no tiene un plan de acción claro, pues no se hace. Aquí hacemos todo con las uñas, en Argentina, me imagino que en Colombia también, el recurso te lo inventas. Sales a vender publicidad, sales a conseguir recursos de donde sea. Eso no está mal, uno tiene que empezar desde abajo, como nosotros, con los patrocinios de las empresas que te conocen, los amigos, la gente que se suma y la gente que participa en la venta de entradas. Y vas buscando: intentas corriges, vuelves a intentar, mejoras y perfeccionas. No está mal empezar desde abajo e ir subiendo, la cosa es que no cambiamos la cabeza, seguimos haciendo todo en desorden y nos cuesta creernos el éxito. Por eso es que las compañías pierden plata, que les roban todo y se quiebran. Tienes que creerte tu propio éxito.

¿Cómo se llega a tener los recursos financieros para una obra como Muaré?

El éxito aquí en Suramérica toma tiempo. A veces, puedes darle a lo que es y estás en la cima, pero eso pasa muy poco y no hay que contar con eso. ¿Por qué necesitas el éxito aquí? Porque aquí se apoya al exitoso, no al soñador, aquí se apoyan resultados y no ideas. Pero hay otro camino, el que yo tomé. Me fui a Europa en el año 2000, o tal vez en 1999; lo primero que vi es que incluso algo tan informal como el teatro callejero estaba más organizado que nuestro teatro de sala. En ese momento entendí que era allá donde debía estar. En Europa tú presentas tu portafolio en los festivales y te dicen que lo produzcas porque el apoyo financiero no es un problema. Sí, hay mucha competencia, pero hay mucho apoyo. Allá también hay que remar. No existe nada regalado, ni aquí ni allá, pero el agua es más tranquila, no estás remando a contracorriente.

¿Qué consejo les podría dar a los productores y directores jóvenes?

El primero y más importante: creer absolutamente en lo que hacen. Uno tiene que creer porque si tú lo ves, lo ven todos. Puede que suene como autoayuda, como una tontería lo que digo, pero si el creador artístico no cree en lo que hace, el público lo nota, y tampoco cree. Hay que meterle ganas, el arte es complicado, yo he trabajado en muchísimas cosas, pero he aprendido que esto se puede hacer bien mientras se piense en crecer y no en sobrevivir. Yo lo que le diría a estos pelados es: no paren, no paren, no paren.

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