IDEAS
El líder íntegro: imprescindible para la sostenibilidad
¿Existen características comunes entre los líderes que ejercen un liderazgo ético y sostenible?
Por Maria Lucía Roa*
Imagen: Archivo CUMBRE
Consciencia ecológica, mente abierta, corazón abierto, humildad, honestidad, coherencia, convicción y voluntad férrea parecen ser las características que tienen resonancia con el deber ético de buscar el desarrollo y la sostenibilidad.
“Creo que nuestra humanidad primordial es el patrón y el punto de partida que debemos restablecer en todas las cosas”, dice Daisaku Ikeda en ese maravilloso diálogo con Lou Marinoff, “sigamos dialogando, de cara a un renacimiento filosófico que abra los ojos del género humano a las posibilidades de esta nueva filosofía”, complementa. Se refiere Ikeda a la importancia de enfocarnos en una filosofía que nos permita “vivir de manera más profunda y trascendente” en lugar de la forma que parece predominar en la actualidad, permeada por el afán de lucro, del enriquecimiento e individualismo salvajes.
Vivir de una manera más profunda y trascendente implica, según Ikeda, ¡reconocer nuestra humanidad primordial!, revisar nuestra naturaleza como seres humanos, lo que somos. Naturaleza y fines. Tener consciencia clara de la existencia propia y la de los demás.
La violencia, la pobreza, el hambre, la inequidad, la corrupción y los males que azotan al planeta, dan cuenta de la imperiosa necesidad de llevar a la consciencia razones para saber vivir y cuidar unos de otros, y hacer del mundo que habitamos una casa segura. La desesperanza de jóvenes que claman en un solo grito por la supervivencia ha de ser suficiente para revisar nuestras acciones, y decidirnos por la transformación.
El desafío nos convoca a todos. Hay un común denominador a la hora de revisar causas para el deterioro de la vida: la acción del ser humano sobre sus recursos. La tierra nos hace un fuerte llamado de atención a través de desastres naturales. Estos eventos globales tratan de alcanzar la mente y la consciencia humana que, dormida, actúa sin compasión sobre su entorno.
En el plano institucional, la Organización de las Naciones Unidas, yendo más allá de las fronteras invisibles que nos dividen, ha hecho varios llamados a los ciudadanos del mundo para alcanzar una convivencia equilibrada, pero las acciones que se adelantan parecieran no tener la fuerza necesaria, a pesar de la contundencia de la evidencia del deterioro, y la urgencia de la recuperación del sistema.
En la última reunión para revisar del avance en los Objetivos del Milenio quedaron claras las dificultades que como humanidad hemos tenido para lograrlos. Se plantearon, entonces, los ‘Objetivos del Desarrollo Sostenible’ para el año 2030 con una agenda inclusiva desde la que se hace ‘un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta, y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad’.
Una brújula moral
“Para ejercer una labor de dirección en medio de la turbulencia de los tiempos cambiantes, el valor que pueda tener un mapa es limitado. Lo que se necesita es una brújula moral”, nos alertaba Stephen Covey hace ya varios años. El núcleo de la equivocación está en los valores que hemos sustentado; es ahí donde debemos centrar nuestra mirada y nuestra acción para recobrar esa humanidad primordial de la que habla Daisaku Ikeda, y así cumplir los objetivos propuestos.
Esa brújula moral debe señalar hacia puntos cardinales donde se afiance la sostenibilidad. Se propone como norte el reconocimiento y vivencia firme de los derechos humanos, especialmente el derecho a Ser, el respeto a la vida, a sus manifestaciones y trascendencia, así como la defensa de la libertad sin importar raza, creencias o clase social. El respeto a la dignidad humana, la integridad, la transparencia y la compasión son herramientas que facilitarán la acción conjunta y el restablecimiento de la armonía.
Necesitamos líderes que encarnen estos valores y guíen a las comunidades en la búsqueda de la unidad requerida para la transformación. Líderes conscientes de su grandeza, y sus limitaciones; líderes para la sostenibilidad que se definan y se comprendan a sí mismos como parte de un grupo humano que los complementa.
Este tipo de líder:
- tiene consciencia universal y sistémica
- Reconoce el valor de la vida y comprende la necesidad de preservarla y colaborar con el sistema en su florecimiento
- Es humilde. Sabe que, para liderar, además de su visión necesita de los demás, y vive de tal manera que su ejemplo es su mayor herramienta
- Sabe vivir, es sano en sus costumbres, es honesto y respetuoso de los demás y del entorno
- Define políticas a largo plazo y propone estrategias integrando los aspectos económicos, sociales y ambientales
- En el desarrollo de estrategias reconoce el ‘alma’ de los individuos y sabe integrarla al alma de la comunidad
- Pone en marcha la capacidad de sus seguidores, impulsa sus anhelos de trascendencia y ensancha en ellos la esperanza en un futuro prometedor
- Tiene la capacidad de intervenir en los procesos y proponer transiciones o cambios
- No impone dogmas, sugiere ideas y acepta el diálogo constructivo
- Se interesa por las ideas de los otros y es capaz de cambiar las propias cuando encuentra verdad y coherencia
- Es positivo, optimista y confía en la delegación de tareas
- Orienta la libertad y la voluntad al servicio del bien mayor
En resumen, ha de ser un líder íntegro y compasivo, que encuentra su máxima realización en la acción solidaria y recta. Este liderazgo se expresa en realizaciones concretas en las comunidades, y es ahí donde encuentra su mayor valor.
El líder ético y compasivo, un líder que educa
El líder para la sostenibilidad pone en marcha procesos educativos que permitan potenciar el desarrollo emocional, social y académico de sus seguidores, dando importancia al desarrollo de habilidades sociales fundamentadas en los principios éticos que ya hemos mencionado.
Gracias a las nuevas investigaciones de la neurociencia, los científicos estudiosos de la realidad humana y sus relaciones consigo mismo, y su entorno, proponen como objetivos de la educación desarrollar la autoconsciencia, la autogestión, la empatía y las habilidades sociales. Esto implica potenciar en niños y jóvenes la posibilidad, y el reto, de crecer con mayor consciencia de la realidad y de las necesidades humanas, económicas, sociales y ambientales, ampliando la percepción de sí mismos y del entorno.
Como habilidades destacadas se proponen:
- Promover el pensamiento crítico y la creatividad
- Desarrollar la resiliencia
- Promover el desarrollo de la atención
- Fomentar pensamientos positivos
- Alentar la generosidad
La buena noticia es que el desarrollo de estas habilidades se puede dar no solo durante la infancia. La neuroplasticidad del cerebro permite aprender y cambiar en cualquier momento, una vez se ponga la voluntad para potenciar dichas habilidades.
Es oportuno mantener la esperanza y saber que ese liderazgo que se propone no es una utopía inalcanzable sino, muy al contrario, una gran posibilidad, que, de lograr acuerdos para su implementación, permitirá crear nuevas sociedades dispuestas, abiertas e interesadas genuinamente en trabajar por el bienestar y el desarrollo de todos.
El ejemplo, primer objetivo personal de un buen líder
Amaury De la Espriella, después de cumplir exitosas gestiones en Terpel y en Esenttia, fue designado como presidente de Reficar para hacer frente a los grandes problemas de corrupción que la empresa ha tenido. En entrevista, De la Espriella sostuvo con firmeza, casi que tajantemente, la importancia de que los líderes se destaquen por el ejemplo de coherencia e integridad que deben dar no solo en las organizaciones que dirigen, sino, y especialmente, en la familia, donde considera se construyen los principales valores que harán de un líder un ser ético.
“Mire -comenta Amaury- mi hijo tiene 25 años y todavía comparte conmigo algunas de sus inquietudes. En una ocasión me comentó que uno de sus clientes le había llevado un regalo que le encantaba y no sabía qué hacer. No lo recibas, le dije, y te explico: el día que te pida un descuento te vas a sentir comprometido. Tienes que mantener tu independencia”; así, él lo ayuda a comprender el sistema y ver más allá de la inmediatez. No hay otra manera, “los líderes tienen que dar ejemplo para lograr cambiar las cosas, y es a través de la educación que lo logra, ¡especialmente en la familia!”, agregó.
Al profundizar en los temas organizacionales, y los desafíos que ha enfrentado para implementar los principios de la sostenibilidad, De la Espriella argumenta que su mayor interés se enfoca en lograr que todos sus compañeros en la empresa compartan estas ideas, “transmitan las propias y escuchen las de mi equipo”, dice.
Como líder empresarial, hace énfasis en la importancia de escuchar a sus colaboradores, abrir espacios para sus propuestas. Comenta cómo, estando en una reunión de planeación estratégica en Esenttia, empresa que dirigía antes de ser llamado a Reficar, uno de sus directores le planteó revisar la percepción general que existe sobre el plástico, y la necesidad de convertirlo en un producto que pudiera ser reutilizado para causar el menor impacto ambiental posible, “esto me llamó poderosamente la atención -comenta De la Espriella- Inmediatamente comenzamos a pensar en el plástico de una manera diferente, como equipo, no dudé en apoyarlo (…) Él lo tenía muy claro y sus aportes fueron una gran ayuda en el desarrollo de las nuevas ideas que generamos”. Queda claro, el líder no puede cumplir solo todas las metas que se propone, debe saber delegar y trabajar en equipo, no solo con sus colaboradores cercanos, con sus grupos de interés, todos juntos, jalando para el mismo lado.
Amaury De la Espriella se queda pensativo al comentarle que sus ideas hacen eco de la tendencia actual de formar a los jóvenes en un liderazgo compasivo, y sin titubear comenta: “Es claro, es que el líder debe ser humilde, generoso, debe estar con la gente. El líder logrará su meta si lo hace genuinamente. Debe interesarse por las necesidades de sus empleados, debe salir de su oficina. Un líder sentado detrás de un escritorio, sin vincularse con los demás, es un líder frío que no genera desarrollo y sostenibilidad”.
Consciencia ecológica, mente abierta, corazón abierto, humildad, honestidad, coherencia, convicción y voluntad férrea parecen ser las características que tienen resonancia con el deber ético de buscar el desarrollo y la sostenibilidad. No es difícil, la bondad innata de la que ahora da cuenta la ciencia, nos lo facilita.
Esta ha de ser la base sobre la que se construyan los emprendimientos del futuro; saber que todo emprendimiento debe estar orientado a promover cambios en el individualismo, en el consumo desmedido, en las costumbres y en las actitudes que hasta ahora no han sido eficaces ni útiles al desarrollo sostenible.
Con seguridad, incorporar estas actitudes a nuestro comportamiento puede ser la llave que abrirá la puerta a un mundo más compasivo y ético, donde se pueda caminar hacia la felicidad, que, en palabras de Immanuel Kant “más que un deseo, alegría o elección, es un deber”.
*Maria Lucía Roa dirigió la Fundación Nuevo Liberalismo. Lideró Ashoka en Colombia. Desde 2014 dirige la organización Podemos Hacer la Diferencia.
**Este artículo fue originalmente publicado en Profesión Líder 2018. La presente es una versión adaptada para CUMBRE.
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