EQUILIBRIO

El ocio: ¿base de la productividad?

¿Y si los hobbies y el trabajo más que excluyentes son interdependientes?

Por Estefanía Jaramillo Duarte*


Resulta curioso que, a pesar de sus agendas copadas, sean ellos los que más en serio se toman sus hobbies: en sus jornadas, la hora de esparcimiento es inaplazable.

Karen McFarlane Holman es una científica inusual. Al mejor estilo de una súper heroína, de día se dedica a ser profesora (Ph.D.) de química en la Universidad de Willamette, y, en las noches, canta y toca la guitarra en las bandas de punk rock City of Pieces y Hot Sheets. Holman es coautora de más de 24 publicaciones científicas, fue reconocida por la fundación Carnegie como la mejor profesora del año (2010), y se ha presentado en cientos de conciertos en los últimos 20 años. ¿Su secreto? Al combinar la ciencia con sus pasatiempos, logró lo que ella denomina una ‘’polinización cruzada’’ entre sus hobbies y el trabajo.

Este es uno de los muchos ejemplos sobre el potencial de los hobbies para impulsar el éxito profesional. En una era de la adicción al trabajo, en la que el 65% de las personas definen su identidad en torno al trabajo, es difícil pensar en tener tiempo para cosas que parecen menos importantes. No obstante, dejarse absorber por el trabajo causa fatiga laboral y genere estrés en los empleados cuyo costo anual se estima entre 125 y 190 billones de dólares para las compañías.

En ese sentido, lo mejor que podemos hacer por nuestro bienestar laboral, dice el inversionista y DJ David M. Solomon, es encontrar pasión no sólo dentro, sino especialmente por fuera del trabajo. El ocio juega —y debería jugar— un rol más determinante que el trabajo en la construcción de la identidad. Por ello, es apremiante superar el falso paradigma que nos cataloga como un mero Homo Economicus, y constatar que nuestra naturaleza tiene más que ver con el ocio que con la productividad monetizable.

Esta filosofía controvertida ha sido aplicada por decenas de CEO de las 500 principales compañías del mundo, reconocidos por tener ‘’serios intereses de esparcimiento’’. Resulta curioso que, a pesar de sus agendas copadas, sean ellos los que más en serio se toman sus hobbies: en sus jornadas, la hora de esparcimiento es inaplazable. No es sorpresa, entonces, que la teoría The Serious Leisure Perspective (SLP), haya catalogado al Homo Otiosus como ‘’una criatura fascinante, y una figura cada vez más importante de nuestro tiempo’’, pues está demostrado que el esparcimiento ha sido clave para el buen desempeño de CEOs de las compañías más grandes del mundo (HBR, 2018). Su particularidad consiste en dar un sentido de desapego del trabajo, el cual es fundamental para enfrentar tareas demandantes. Como lo define Robert Cross, los hobbies tienen la virtud de crear ‘’dimensionalidad’’ en nuestras vidas, ‘’haciéndonos sentir como seres humanos integrales que tienen mucho más por lo cual vivir que sólo un salario’’. Con esto, inducen a un estado de ‘’descanso deliberativo’’, en el que el desarrollo de habilidades no sólo satisface necesidades psicológicas básicas, sino que genera un bienestar que poliniza otros ámbitos de nuestra vida, aumentando la productividad en el trabajo.

El concepto de descanso deliberativo se expone en el libro de Alex Pang ‘’Rest: Why You Get More Done When You Work Less’’, en el que se evidencia que la desconexión que necesita el cerebro después de un día de trabajo no tiene nada que ver con sentarse a ver televisión, sino con realizar pasatiempos de involucramiento activo. Estos son los únicos que llevan a la mente a estar tan enfocada que experimenta una recuperación total. Mientras está demostrado que los pasatiempos pasivos inducen al estrés, los activos generan eustrés, el “estrés positivo” que dota de emoción la vida y que, incluso, puede prevenir el burnout.

Los pasatiempos activos contribuyen a generar un sentido de control, algo que el empleado promedio no experimenta en su trabajo. Estar en control sirve para satisfacer necesidades psicológicas básicas como la autonomía, el dominio, y la creatividad. En consecuencia, quien incurre en pasatiempos activos desarrolla la concentración y energía necesarias para superar los retos laborales. Cuando estas necesidades psicológicas son desatendidas, el resultado es ansiedad, depresión y falta de motivación (Eschleman, Madsen, Alarcon, & Barelka, 2014). De ahí que cuando el trabajo absorbe todos los aspectos de la vida, el estrés daña el pensamiento estratégico, lleva a una mayor agresión hacia colegas y subordinados, y a una habilidad reducida para ejercer liderazgos positivos (HBR, 2018).

Cuando los hobbies incluyen actividad física, los beneficios psicológicos se complementan con otros de tipo biológico-cognitivos. Al comparar el impacto del ejercicio en cerca de 200 empleados, la Universidad de Bristol concluyó que en los días de actividad física su concentración aumentó en un 21%, la finalización de tareas a tiempo en un 22% y su motivación en un 41%. Asimismo, realizar cardio durante 20 a 30 minutos diarios no sólo contribuye a reducir la fatiga crónica, sino que aumenta la atención y memoria de largo plazo. Estos beneficios biológicos derivan en ventajas de tipo cognitivo, porque cambian positivamente las percepciones de sí mismo, de los colegas, y de las tareas. Así, la actividad física regular lleva a una mayor tolerancia, crea trabajadores resilientes al estrés, y afina su percepción de tiempo y esfuerzo que requieren diferentes labores; por eso quienes hacen ejercicio son mejores manejando su tiempo en el trabajo (Eschleman, Madsen, Alarcon, & Barelka, 2014).

Por último, los trabajadores con pasatiempos tienen mayor probabilidad de aportar ideas innovadoras. Un estudio realizado por la San Francisco State University demostró que las actividades creativas potencian el autoconocimiento y la confianza inventiva. Por eso, ejercerlas lleva al trabajador a sentirse capaz de resolver problemas y proponer ideas nuevas. Otro experimento llevado a cabo por Girija Kaimal demostró que 45 minutos de actividad artística bastan para bajar los niveles de cortisol (hormona del estrés) y aumentar la autoeficacia, la creencia de que se es competente para concluir con éxito una determinada tarea. Por ello, los hobbies tienen la virtud de activar diferentes partes del cerebro (HBR, 2015), y de incrementar el desempeño laboral entre un 15 y 13 por ciento (Eschleman, Madsen, Alarcon, & Barelka, 2014).

En conclusión, el ocio genera ventajas en todos los ámbitos de la vida. Sin hobbies, la productividad es una promesa vacía. Por eso es fundamental cuestionar y resignificar la relación entre el trabajo y el esparcimiento. Más que opuestos, son interdependientes. De ahí que el compromiso profesional no deba confundirse con dejar de lado quienes somos. Es fundamental reconsiderar el tiempo libre, no como algo estéril, sino como la base de la fertilidad en el trabajo y la vida. Reclamar el derecho al ocio exige dos acciones: por un lado, los empleados deben redefinir las prioridades en sus agendas, y, por otro lado, las compañías deben garantizar condiciones para que ello sea posible. En últimas, cultivar nuestra dimensionalidad parte de cambios culturales y estructurales en las oficinas, pero debe ocurrir principalmente fuera de ellas.

 

*Estefanía Jaramillo Duarte es profesional en gobierno y relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Es colaboradora de CUMBRE y se desempeña en el sector público internacional.

 

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