HISTORIAS
El origen de un sueño
Aunque los sueños se transforman con el paso del tiempo y se adaptan a nuevas realidades, su origen no cambia ni se olvida.
Por Juana Botero Piedrahíta*
Imagen: Archivo CUMBRE
Sabemos que somos responsables del rumbo de nuestro país y de nuestro planeta, queremos que el campo colombiano logre protagonizar, y ya no más por el sufrimiento que hubo a causa de la violencia, sino por su prosperidad, su dignidad, su potencial de desarrollo, sus saberes, su arte y su cultura.
“Tengo un sueño en el que necesitamos la unión de muchos: quiero montar una fábrica de chocolate”: con esta frase José Jesús Restrepo fundó hace 110 años CasaLuker, con una visión que todavía hoy, después de cinco generaciones, se conserva ya no solo en un hombre y su familia, sino en el corazón de más de 1.000 colaboradores que componen la empresa.
Casi un siglo después los sueños han crecido, sabemos que podemos apórtale más al país desde el chocolate, estamos seguros de que, con la voluntad de muchos, esto que era una idea hoy empieza a consolidarse y a convertirse en un modelo en el que el la Colombia rural, y sus habitantes, son los protagonistas. Ya no solo soñamos con una fábrica de chocolate, nuestro propósito hoy es transformar vidas a través de él.
Pero la verdadera historia de la responsabilidad social, y la sostenibilidad de CasaLuker, es el recuento de un legado familiar que parte de un sueño, pero que se fue cimentando y extendiendo con todos sus miembros.
En la búsqueda del propósito superior de CasaLuker, de su más profundo ¿Para qué?, nos encontramos con las raíces de lo que hoy parece muy evidente, pero, que como siempre, tiene un origen en el corazón de uno o de varios; allí conocimos muchas historias, el legado de una familia, sus valores y convicciones. No sería posible entonces contar la visión de futuro de la empresa sin mencionar algunas ellas.
Empecemos por Maria de Restrepo, quien fue una mujer miembro de la familia fundadora de CasaLuker, todos los sábados, en Manizales, salía a la ventana de su casa a repartir chocolate a los habitantes de calle, ella, sin ninguna pretensión más que dar algo de consuelo y alimento a algunos, llenaba cuadras enteras. Para ese entonces seguro no se conocían las investigaciones acerca de la ‘felicidad que brinda el comer chocolate’, pero seguramente su servicio y este alimento lo lograron para muchos.
A este recuento se suma también Don Jaime Restrepo, fundador de la Fundación Luker, del que se cuenta que apoyaba a todo aquel que se le acercaba con una gran idea, le regalaba parte de su tiempo y financiaba algunos de estos proyectos. Con el tiempo esto dio origen a la fundación, la cual tuvo más adelante una gran benefactora, Inés Restrepo Mejia, quien desde siempre apoyó causas alrededor de la niñez, la educación y la mujer. Ella decidió dejarle todo su legado a la fundación, permitiendo hoy la implementación de programas que le han generado alto impacto a Manizales, en términos de educación y emprendimiento.
Esta historia aun sigue latente, no solo en la empresa CasaLuker sino en las nuevas generaciones de la familia, que siguen construyendo país. Son muchos los que tienen detrás proyectos sociales, fundaciones, vocación de servicio y convicción de que podemos, entre muchos, construir un sueño.
Todo lo anterior es la inspiración para la construcción de un modelo sostenible, en el que queremos que CasaLuker perdure otros 100 años como negocio, para poder contribuir a todos aquellos que nos rodean, nuestros colaboradores, los agricultores, sus familias y nuestros clientes en todo el mundo.
Los líderes actuales de la compañía han apostado por seguir con este legado y llevarlo a otro nivel. Durante estos años la compañía ha evolucionado y ha encontrado nuevas oportunidades, no solo en el mercado nacional sino también en mercados internacionales.
Es en esa evolución donde se decide que el negocio del chocolate tome un rumbo distinto al negocio de consumo masivo, de esta manera surge CasaLuker Cacao como una compañía que vende al mundo Chocolate fino de aroma.
Este nuevo modelo de negocio pasa de vender un producto a ofrecer un servicio integral alrededor del chocolate, con equipos innovadores, competitivos y, sobre todo, con propósito superior. Desde esta nueva óptica como compañía nos empezamos a renovar internamente, manteniendo la tradición familiar de más de 100 años, pero sumándole las nuevas tendencias globales encaminadas a la sostenibilidad; queremos aportarle al país desde un modelo económico, ambiental y socialmente responsable.
En este sentido hemos sido siempre una empresa cercana a los agricultores colombianos en las distintas regiones cacaoteras. Los hemos acompañado a través de la Granja Luker por más de 60 años en su formación como productores, para que cada vez se tenga una comprensión más técnica del campo, que les ayude a mejorar la productividad y su calidad de vida.
Sin embrago, desde hace unos años nos empezamos a preguntar por nuevos caminos para el negocio, para el campo, para los pequeños agricultores. En esta búsqueda de nuevos modelos sostenibles para las regiones cacaoteras, que además coinciden en su mayoría con las regiones más afectadas por el conflicto armado, emprendimos un nuevo rumbo hacia la siembra de nuestros propios cultivos.
Es ahí donde llegamos a Necoclí, Urabá Antioqueño, para abrirle camino al cacao en una zona donde la violencia fue protagonista por tantos años.
Llegamos contra todo pronóstico a sembrar 550 hectáreas de cacao en una tierra que había tenido por mucho tiempo una vocación ganadera, la trasformación fue un hito en la región. Se pasó de cinco a 220 empleos; de una finca con solo pasto, a la siembra de 600.000 nuevos árboles, se empezó a hablar de estabilidad y futuro a partir de la formalidad en la contratación, las mujeres empezaron a protagonizar labores en el campo; sin embargo, todavía hay muchos retos en las veredas vecinas a la finca. Los índices multidimensionales de pobreza siguen siendo muy altos, aun se entrevén las secuelas de la violencia del país en los ojos de los niños y niñas.
Todo el equipo que estaba emprendiendo esta nueva etapa empezó a preguntarse por nuestra responsabilidad como compañía ¿Qué más podíamos aportar al campo, a la gente, a los niños y niñas, a nuestros vecinos?
Ahí nace El Sueño de Chocolate, la nueva apuesta CasaLuker.
Poco a poco el Sueño se fue convirtiendo en el ADN de la estrategia de sostenibilidad de la compañía, sabíamos que podíamos dar más y encontramos cómo.
Hoy CasaLuker tiene una estrategia en la que los componentes económicos, ambientales y sociales, van tomando el mismo peso, en la que el modelo de negocio se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Capitalizamos todas las buenas prácticas, de más de 110 años, en un modelo de intervención integral en los territorios, ya no solo Necoclí, sino también Casanare, Huila, Tumaco y, en el mediano plazo, las demás zonas cacaoteras del país.
Sabemos que somos responsables del rumbo de nuestro país y de nuestro planeta, queremos que el campo colombiano logre protagonizar, y ya no más por el sufrimiento que hubo a causa de la violencia, sino por su prosperidad, su dignidad, su potencial de desarrollo, sus saberes, su arte y su cultura.
Hemos integrado completamente nuestra cadena de valor para lograr esto, humanizando en primer lugar sus eslabones. Ya no hablamos de materia prima, sino de agricultores y comunidades; ya no hablamos de transformación del cacao, sino de equipos con propósito; no hablamos solo de ingresos sino de clientes con proyectos de vida.
Adicionalmente nuestra cadena de valor está buscando no ser lineal sino circular, en la que el cliente pueda devolverle también al campo a través de proyectos creados por nosotros, y financiados por ellos, para mejorar las condiciones de vida de las comunidades y los agricultores que día a día trabajan por llevarles el mejor chocolate a su país.
El Sueño del Chocolate logra entonces abrir nuevas conversaciones a todo aquel que tenga sobre su mesa, o en su mano, un producto hecho con chocolate CasaLuker, donde no solo recibe la mejor calidad sino la historia de nuestro campo, y la posibilidad de conectarnos desde el corazón y seguir consolidando esas relaciones humanas con empatía y respeto, desde los agricultores hasta su ultimo consumidor en cualquier rincón del planeta.
*Este artículo fue originalmente publicado en Profesión Líder 2018. La presente es una versión adaptada para CUMBRE.
*Juana Botero Piedrahíta es Directora de Sostenibilidad de CasaLuker Cacao. Ha sido Secretaria de la Juventud de Medellín y estudió derecho en la Universidad Eafit.
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