IDEAS

El verdadero reto de la transformación digital

¿Estamos obviando el aspecto de la transformación digital que promete no sólo cambiar vidas sino sociedades enteras?

Por Juan David Aristizábal*


Imagen: Archivo CUMBRE

Nos hemos quedado en el papel de estrategas. Queremos tener el mejor plan estratégico, el plan programático más elaborado, la mejor presentación de PowerPoint. El problema es que solemos quedarnos ahí.

Mucho se habla hoy en día de la transformación digital y del rol que juega en las empresas. La discusión ha tendido a girar alrededor de cómo lograr que la empresa sea competitiva y vigente en medio de tantos cambios tecnológicos que trajo el siglo XXI. Existe, sin embargo, otro aspecto de la discusión al que se le ha dado menor relevancia pero que es, tal vez, más significativo y tendrá un mayor impacto en las organizaciones y en las vidas de sus colaboradores: el futuro del trabajo.

La transformación digital se enmarca en un fenómeno más grande: la Cuarta Revolución Industrial. Aun así creemos que lo relevante es que las empresas se están viendo obligadas a dejar sus maneras análogas y adoptar medios y procesos digitales. Tal vez eso es lo importante en el corto plazo. En el mediano y largo plazo, los exponenciales cambios tecnológicos prometen volver irrelevantes muchos de los puestos de trabajo que existen hoy en las empresas. Un reciente informe de la OCDE asegura que 14 de cada 100 empleos corren el riesgo de desaparecer debido a la automatización y a la inteligencia artificial.

En esta aparente carrera entre hombres y máquinas parece que los perjudicados seremos los humanos y, por lo tanto, las organizaciones.

Si hacemos el ejercicio de rastrear el culpable de que los humanos poco a poco nos estemos volviendo irrelevantes, nos topamos con uno de los culpables de siempre: la educación. Pero esto no tiene que ver con un tema de falta de oportunidades o de desigualdad. La Cuarta Revolución Industrial no discrimina y promete arrollarnos a todos por igual –a privilegiados y a los menos privilegiados– con la misma fuerza con la que un tren se lleva por delante a un espectador desprevenido.

El problema, en realidad, tiene que ver con el tipo de habilidades en las que se han enfocado durante muchos años los esfuerzos del sistema educativo. Le hemos apostado todo a la mente analítica, al pensamiento numérico y algorítmico. En nuestra incesante persecución de la productividad hemos ignorado un hecho muy simple –y que hoy en día se presenta como aterrador–: que las máquinas son mejores operando bajo algoritmos que los humanos.

Nuestra lucha hoy no es cómo adaptarnos a medios digitales; nuestra lucha es cómo evitamos la irrelevancia del ser humano. Cómo evitamos despidos masivos. Cómo nos ponemos en la cabeza de la Cuarta Revolución Industrial. Colombia y América Latina corren el riesgo de que les suceda lo de siempre: que sean atropelladas por las tendencias globales; que se demoren veinte años en alcanzar a los demás países que sí estaban preparados; que mucho tiempo después sigan lamiéndose las heridas de ese tren que los arrolló hace tiempo y los dejó sumidos en el desierto del subdesarrollo.

Necesitamos educarnos. Educarnos en las habilidades necesarias para el futuro del trabajo. Debemos formarnos en habilidades de trabajo en equipo, empatía, creatividad, entre otras. Pero de nada nos sirve esa formación si no la acompañamos de tal vez lo más importante: ejecución. El verbo más importante: hacer.

Hace poco le preguntaron a ejecutivos de cuatro países latinoamericanos cuáles eran las principales debilidades de los líderes de las empresas. La respuesta más común fue falta de ejecución. En Colombia esa fue la principal debilidad que advirtieron los encuestados.

Nos hemos quedado en el papel de estrategas. Queremos tener el mejor plan estratégico, el plan programático más elaborado, la mejor presentación de PowerPoint. El problema es que solemos quedarnos ahí. Se nos dificulta hacer realidad nuestras ideas y eso tiene un gran problema: que las ideas por sí solas no sirven de nada.

Y no es únicamente un problema de los líderes de empresa, es un reto de todos. Venimos de una cultura de cumplidores. De sacar cinco en los exámenes, de hacer las tareas del hogar. Nos falta iniciativa propia. Adelantar proyectos propios. Hacer que las cosas pasen. Tenemos que pasar de cumplidores a hacedores y eso exige formarse pero sobre todo hacer.

Mi historia como emprendedor social me ha demostrado que cuando uno se decide a hacer que pasen cosas, grandes cosas pasan. Y es que si alguien es ejemplo de tener iniciativa propia somos los emprendedores; en particular los sociales que, por definición, estamos llenando espacios olvidados por el mercado y el Estado. Estamos haciendo en aquellos lugares en los que nadie ha hecho. En favor de aquellas comunidades por las que nadie ha hecho nada.

En pocos años las empresas tendrán que tomar una decisión importante: ¿qué hacemos con nuestros empleados que pueden ser reemplazados por máquinas? La buena noticia es que ese problema lo tendrán un tipo de empresa: aquellas que no se prepararon – y no prepararon a su gente – para la Cuarta Revolución Industrial.

 

*Juan David Aristizábal es director del Centro de Liderazgo del CESA. Es, según Forbes,  uno de los 30 menores de 30 años que está cambiando el mundo. Fue el primer copresidente latinoamericano del Foro Económico Mundial en Davos 2019.

 

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