IDEAS

Evidencia dura de la fuerza de las habilidades blandas

La importancia de las habilidades blandas se ha diluido en un discurso blando y falto de rigor. ¿Existe evidencia dura de su impacto en el mercado laboral y su relevancia a futuro?

Por Estefanía Jaramillo Duarte*


habilidades blandas

Las habilidades blandas, por lo tanto, no suponen —como ha parecido cuajar en la conversación pública— transitar un camino fácil o falto de rigor. Todo lo contrario, se trata de cultivar lo verdaderamente sólido: la genialidad humana, el racionamiento abstracto, la resolución de problemas y el pensamiento crítico.

En el año 2017 el empresario estadounidense Mark Cuban realizó una afirmación irreverente: en diez años, predijo, un título en artes liberales o filosofía sería mucho más valioso que una formación en programación. Esta declaración tomó por sorpresa a muchos para quienes no era evidente por qué las carreras enfocadas en conocimientos ‘’blandos’’ estarían a la vanguardia. Sin embargo, la afirmación develaba una realidad apremiante: que lo blando estaba por convertirse en una base sólida del profesional del siglo XXI.

Desde la Gran Depresión, las investigaciones laborales se han enfocado en las llamadas habilidades “duras’’ como factor de éxito en el mercado de trabajo. Una visión que ha generado la falsa creencia de que se puede prescindir de las habilidades ‘’blandas’’; estas, aunque un buen complemento, parecieran ser secundarias en el trabajo. Lo cierto es que, en las próximas décadas, los desarrollos en la inteligencia artificial obligarán a un cambio de paradigma. En él, las habilidades ‘’blandas’’ dejarán de ser un elemento secundario, y se posicionarán como la base de un trabajador integral.

A esta conclusión llegó Google, que, a través del proyecto Aristóteles, buscó determinar cuáles eran los equipos más productivos e innovadores de la compañía. Para ello se sometieron a comparación dos tipos de equipos: los A-teams, compuestos por los científicos más especializados de la compañía, y los B-teams, conformados por los empleados de las áreas de humanidades. El estudio arrojó un resultado inesperado: las ideas más importantes y productivas para la compañía venían de este último grupo. ¿Su gran secreto? El dominio de las habilidades blandas.

La realidad detrás de estas habilidades es contundente: de blandas no tienen nada. Autores como Philip J. Hanlon se han encargado de demostrar que se trata realmente de ‘’habilidades de poder’’, cuyo impacto se plasma en algo tan duro como el rendimiento financiero de la compañía. Esto último ha sido comprobado por investigaciones como la de Namrata Kala, una profesora asistente del MIT que junto con investigadores de la Universidad de Michigan y la manufacturera india Shahi Exports, adelantaron en 2017 un experimento en cinco fábricas ubicadas en Bangalore.

El plan piloto duró doce meses, y consistió en formar en habilidades blandas a los empleados. La conclusión de la investigación fue que las capacitaciones en habilidades blandas generaron retornos sobre la inversión de un 250% tan sólo ocho meses luego de culminar el programa. Las capacitaciones, que estaban enfocadas en comunicación, toma de decisiones y manejo del estrés, aumentaron considerablemente la productividad en el trabajo, la identificación rápida de soluciones en tareas complejas e incluso disminuyó el absentismo, pues los empleados se sentían más comprometidos con la nueva cultura organizacional. Los resultados del anterior estudio son respaldados por otros de la firma Deloitte (2017), que estima que contratar empleados con este tipo de habilidades puede aumentar los ingresos de las compañías en más de 90.000 dólares anuales.

A pesar de sus beneficios comprobados, y de que la demanda por parte de las empresas de empleados formados en este tipo de habilidades venga creciendo, este “factor humano” no es fácil de encontrar. Incluso las organizaciones más competitivas advierten la dificultad de contratar empleados con cualidades ‘’excepcionalmente humanas’’. Y es que el comportamiento en el mercado de las habilidades blandas es el de un bien escaso. Aquello ha sido documentado en los reportes Burning Glass (en el informe the Human Factor, 2015)  y  Soft Skills for a Hard World (de la firma consultora Mckinsey), que coinciden en que habilidades como comunicarse asertivamente, pensamiento crítico, innovación, creatividad y manejo de la complejidad y ambigüedad, son cada vez más difíciles de encontrar en el mercado laboral.

En una encuesta realizada por Deloitte, tres cuartos de las empresas entrevistadas afirmaron sufrir una brecha de habilidades blandas: un desequilibrio marcado por la falta de disponibilidad de dichas cualidades frente a lo que las empresas requieren. Para entender por qué esta brecha es importante, imaginemos que muchos personajes como Sheldon Cooper, de la serie The Big Bang Theory, se presentan a un proceso de selección. Para la oficina de recursos humanos, no cabe duda de que son genios, pero su torpeza para relacionarse los hace empleados inviables. Muchos Sheldon Cooper trabajando juntos derivarían en un gran estallido y rápidamente agotarían la paciencia de los equipos en la organización. Los empleadores no sólo necesitan genios, sino a aquellos que también tengan el ‘’factor humano’’.

Por otro lado, un reporte elaborado por Andy Dickerson y Damon Morris del London School of Economics (2019) muestra los primeros signos de desplazamiento de las habilidades duras en el mercado. Según sus resultados, entre 2002 y 2016 la demanda de las actividades manuales en el lugar de trabajo disminuyó en todos los sectores del mercado, mientras que la demanda por habilidades interpersonales y analíticas tuvo un crecimiento significativo. Esto se corrobora por los datos de la OECD (2013), representados en la siguiente gráfica:

Fuente: OECD (2013)

Llama la atención que, como se muestra en la gráfica, la automatización no solo afecta las tareas manuales, también afecta tareas cognitivas rutinarias que han sido reemplazadas por algoritmos cada vez más sofisticados. Es de esperarse que esta tendencia se refuerce; según Deloitte (2017), la demanda de habilidades blandas ya excede en cuarenta y cinco puntos porcentuales la oferta y se espera que las ocupaciones que requieren intensivamente de estas habilidades lleguen a ser dos tercios de todos los trabajos a nivel mundial en 2030.

Adicionalmente, el crecimiento en la demanda frente a una oferta estancada se hace evidente en el movimiento al alza del precio de las habilidades blandas. En otras palabras, en las últimas décadas se ha visto que “lo blando sí paga”, pues los trabajadores que las poseen reciben mayor remuneración respecto de quienes no están formados en ellas. Eso queda en evidencia en un paper de D. Deming (2017) que muestra dicha tendencia al alza entre 1979 y 1997. Del mismo modo, los salarios para ocupaciones técnicas y de administración han tenido un retroceso considerable desde el 2000; en contraposición, entre 1980 y 2012, la remuneración de ocupaciones intensivas en habilidades ‘’sociales’’ creció proporcionalmente más rápido que en otras ocupaciones.

El auge de las habilidades de poder responden a un profundo llamado existencial: nuestra obsesión por parecer máquinas debe terminar. Como lo dijo David Autor, las nuevas tecnologías aumentan la importancia de las habilidades y tareas que no son fácilmente reemplazables. Curiosamente, el desarrollo de la inteligencia artificial refuerza la importancia de apostar por el factor humano. Las habilidades blandas, por lo tanto, no suponen —como ha parecido cuajar en la conversación pública— transitar un camino fácil o falto de rigor. Todo lo contrario, se trata de cultivar lo verdaderamente sólido: la genialidad humana, el racionamiento abstracto, la resolución de problemas y el pensamiento crítico.

La mejor manera de superar nuestra obsolescencia frente a la inteligencia artificial es cultivar lo que nos hace verdaderamente humanos, y ¿por qué no? convertirlo en nuestro diferencial. Quizás esto fue lo que quiso decir Mark Cuban con su irreverente predicción: que este no es un asunto de segunda categoría, sino uno que promete ser el factor más cotizado en el mercado laboral del futuro.

 

*Estefanía Jaramillo Duarte es profesional en gobierno y relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Es colaboradora de CUMBRE y se desempeña en el sector público internacional.

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