HISTORIAS

Frustrados y explotados: los hijos de 'sigue tu pasión'

El consejo que prometía ofrecernos una vida de felicidad ha terminado por convertirla en una agonía diaria.

Por Andrés Acevedo Niño*


En todos los trabajos hay aspectos que los trabajadores no disfrutan. El problema es que los trabajadores que persiguen su pasión se sienten más frustrados con esos momentos poco placenteros.

Cuando a Sergio, que hoy tiene 54 años, le llegó la hora de tomar una decisión sobre su carrera profesional siguió una directriz; la de su generación. Una directriz simple y relativamente fácil de seguir: estudiar una ‘buena’ carrera que le permita conseguir un buen trabajo para poder comprar una casa en la cual crecer una familia. El caso de Angélica, de 28 años, es otro: ella no siguió ningún mandato imperativo; lo que motivó su toma de decisión en el ámbito profesional fue, en realidad, un consejo – “sigue tu pasión”.

Ahora, uno pensaría que Angélica, que se dedicó a hacer lo que ama, encuentra mayor satisfacción en su trabajo que Sergio. Sin embargo, lo opuesto es cierto. ¿Por qué?

 

Un consejo peligroso

Pareciera ser que la manera de escapar de los trabajos tediosos –y en algunos casos miserables–, en los que gran parte de la generación de Sergio terminó envuelta, es perseguir la pasión. La lógica, popular entre muchos de los que hoy están afrontado su primer empleo, es simple: si a nuestros padres la directriz de conseguir un trabajo ‘bueno’ –es decir lucrativo– les salió tan mal (las cifras de trabajadores comprometidos con su trabajo oscilan entre el 13% y 15% de la población mundial, según Gallup), entonces nosotros, como generación, tenemos el deber de asumir una estrategia diferente.

Los incontables casos de profesionales exitosos financieramente pero insatisfechos con su trabajo –y su vida en general– se convirtió en caldo de cultivo para una generación que fue criada bajo un ideal: la búsqueda de la felicidad. Bajo esas condiciones era inevitable que floreciera el romántico discurso de “sigue tu pasión” o “haz lo que amas”. Discurso que, desde un punto de vista filosófico, parece presentarse como el único posible: y es que ¿cómo vamos a impedir que los individuos persigan aquello que los llena y los hace felices?

Sin embargo, el consejo que prometía encaminarnos hacia la felicidad ha terminado por convertirse en la formula perfecta para hacer de esa persecución una agonía diaria.

 

No sé qué me apasiona

Como el punto de partida para seguir la pasión es tener claro qué es eso que lo apasiona, el problema se hace evidente de entrada: pocos tienen una respuesta concreta a esa pregunta. Esto se explica por el hecho de que la mayor parte de la generación que hoy está empezando su vida laboral ha crecido en medio de un sistema de cumplidores: para sobrevivir nos ha bastado con tener buenas notas, cumplir con nuestros deberes y seguir las reglas.

La iniciativa propia de nuestra generación ha sido cortada de raíz y reemplazada por sistemas que exigen seguir ciertas reglas para llegar a un resultado predecible. Ser un cumplidor se opone a ser un explorador. Y es precisamente en la exploración –en experimentar, arriesgarse y probar distintos sabores– donde se empiezan a desarrollar los intereses.

La ausencia de intereses claros –que, repito, es común en nuestra generación – impide desarrollar pasiones y vuelve imposible, para muchas personas, seguir ese consejo generacional de “haz lo que amas”. Si a eso se suma que hoy en día es posible, a través de redes sociales, ver en tiempo real a otras personas siguiendo su pasión , “haciendo lo que aman”, la mezcla tiene un resultado natural: angustia.

 

Mentalidad fija

Si nos enfocamos en esa ‘afortunada’ minoría que tiene claro lo que los apasiona, el panorama no se presenta más alentador. Y es que el consejo de “sigue tu pasión” olvida algo: que los seres humanos cambiamos a medida que crecemos. Y así como nosotros cambiamos también lo hacen nuestros sueños e intereses.

La creencia de que existe un único sueño se relaciona con individuos más frustrados, según estudios adelantados por la profesora Carol Dweck. La frase “encuentra tu pasión” está asociada con una mentalidad fija y aquellas personas con mentalidad fija tienen menor capacidad de mantener un interés en el largo plazo, comparados con aquellas personas que han desarrollado una mentalidad de crecimiento.

Un estudio reciente adelantado por Dweck y algunos colegas encontró que es más efectivo desarrollar pasiones, en vez de encontrarlas. La razón de ello es que es común que la idea que tenemos en nuestra cabeza de ese trabajo soñado rara vez se asemeja con la realidad de este.  Entre la sobreestimación de los momentos gloriosos del trabajo soñado y la no anticipación de las partes tediosas y aburridas del mismo, nos hundimos en la decepción de que nuestro trabajo soñado es aburrido.

 

Explotados

Si uno piensa en los cuidadores de zoológico, la tendencia es a creer que son personas treméndamente apasionadas por lo que hacen. Una investigación adelantada por Jeffrey Thompson y Stuart Bunderson parece reafirmar dicha creencia. En efecto, la gran mayoría de cuidadores de zoológico investigados encuentran en su trabajo un importante sentido de “llamado” (en inglés calling). En muchos casos, los animales han sido su pasión desde que eran pequeños y ellos han sido tan afortunados como para encontrar un trabajo en el que puedan cumplir con su propósito en la vida: cuidar a los animales.

En efecto, un sentido de llamado en el trabajo –producto de haber seguido la pasión– deriva en que los cuidadores de zoológico sientan mayor identificación con sus colegas (al punto de referirse unos a otros como hermanos de sangre), encuentren significado en lo que hacen, y, además, desarrollen la creencia de que su trabajo es importante para la sociedad.

Sin embargo, la pasión en el trabajo también tiene efectos negativos. Uno de ellos es que estar cumpliendo con su razón de ser deja a los trabajadores más vulnerables a ser explotados por sus organizaciones. La investigación de Thompson y Bunderson encontró que esto es cierto para los cuidadores del zoológico: los malos salarios, las horas extras no reconocidas y las condiciones laborales insatisfactorias son enmascaradas como simplemente sacrificios normales que alguien que pretende seguir su llamado debe asumir.

 

 

Frustrados

El problema para los trabajadores de la pasión no termina ahí. Estudios han encontrado que la expectativa de encontrar un trabajo apasionante resulta en un mayor número de emociones negativas durante la búsqueda de trabajo y en niveles más elevados de insatisfacción con el trabajo que finalmente obtuvieron. Y esto no es una sorpresa, en todos los trabajos hay aspectos que los trabajadores no disfrutan. El problema es que los trabajadores que persiguen su pasión se sienten más frustrados con esos momentos poco placenteros.

 

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Para Sergio, la satisfacción en el trabajo ha sido un proceso de esfuerzo, experimentación y aprendizaje. Para Angélica, por su parte, ha sido decepcionante y frustrante. La sabiduría común apuntaría hacia lo contrario: ¿cómo es posible que a Angélica, que salió en búsqueda de eso que amaba hacer, le haya ido peor que a Sergio, que perseguía ideales generacionales de casa, carro y beca?

La satisfacción en el trabajo sufre de la misma paradoja que la búsqueda de la felicidad: entre más se persigue más se espanta. Como advirtieron Iris Mauss y sus colegas, “las personas que valoran altamente la felicidad establecen estándares de felicidad difíciles de alcanzar, lo que los hace sentirse decepcionados de la manera como se sienten, resultando, paradójicamente, en un decrecimiento de su felicidad”.

El mismo panorama puede advertirse en la generación del “encuentra tu pasión”. Entre más valoran la importancia de seguir la pasión en el ámbito profesional, peor se sienten en el proceso, susceptibles de ser explotados y frustrados por la diferencia entre su ideal y la realidad. El consejo, entonces, de “sigue tu pasión” parece no estar dando frutos para quienes lo asumen.

¿Qué hacer entonces? Pablo Londoño, socio de una importante firma de cazatalentos, tiene una visión realista del tema. Dice que “la mayoría de seres humanos damos tumbos hasta encontrar el rumbo”. Tal vez eso es lo que debemos hacer: dar tumbos. Tumbos con los que nos topemos a raíz de nuestra curiosidad, no de la pasión. Se trata de una idea menos urgente que la de la persecución de la pasión: tratar la carrera profesional como una maratón en la que la pasión es el resultado natural de ser paciente, consciente y de tomar riesgos calculados. La alternativa es estar juzgándonos constantemente por no haber arribado aun a ese trabajo soñado.

Amar lo que uno hace, en vez de hacer lo que uno ama. Aprender a querer esos tumbos. Tumbos que ojalan nos lleven –quien sabe– al tan ansiado puerto de sentir pasión en el trabajo.

 

*Andrés Acevedo Niño es cofundador de 13% Pasión por el trabajo, el principal podcast en español sobre satisfacción en el trabajo.

 

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