EQUILIBRIO

La amenaza silenciosa: líderes que no duermen

La tentación es a dormir menos y trabajar más, en una especie de ilusión de productividad. Sus efectos, aunque silenciosos, pueden ser catastróficos.

Por Andrés Acevedo Niño*


No es extraño, pues, que estemos viviendo en medio de lo que el filósofo surcoreano Byung-Chung Hal ha llamado ‘la sociedad del cansancio’ – admiramos a los que están ocupados a todas horas.

El 28 de enero de 1986 a las 11:38 am, el transbordador especial Challenger despegó del Centro Espacial Kennedy, en la costa de la Florida. 73 segundos más tarde, el vuelo llegó a su fin en medio de una tenebrosa explosión de helio y oxigeno que expuso al transbordador a enormes fuerzas aerodinámicas que terminaron por desintegrarlo. Siete astronautas murieron. Aproximadamente el 17% de los estadounidenses vieron el accidente en vivo a través de sus televisores.

La Comisión Rogers, designada por el entonces presidente Ronald Reagan para investigar el desastre, concluyó que el accidente fue causado específicamente por la falla de sellado en una de las juntas tóricas (en inglés O-ring) encargadas de impedir que los gases calientes presurizados escaparan de los cohetes aceleradores.

Estos fallos en el diseño eran conocidos de antemano. Pero, desafortunadamente, no por aquellas personas que tomaron la decisión de lanzar el cohete. Una serie de errores en la comunicación y en el intercambio de información derivó en el desafortunado accidente. En palabras del reporte:

La decisión de lanzar el cohete debió haber sido una decisión de juicio de ingeniería. Desafortunadamente, otros factores pudieron haber impedido o prevenido una comunicación efectiva.

¿Qué condujo, entonces, a estos errores humanos?

Además de fallas en la cultura organizacional de la NASA, otro protagonista figuró en el reporte de la Comisión: la falta de sueño. Los miembros de la Comisión se refirieron al ingrediente fatal de la privación de sueño en los siguientes términos:

Trabajar horas excesivas, aunque admirable, levanta serios cuestionamientos cuando pone en peligro el desempeño en el trabajo, particularmente tratándose de decisiones críticas.

Los tomadores de decisión del vuelo Challenger habían dormido menos de dos horas la noche anterior y su turno, ese fatídico día, había comenzado a eso de la 1 de la mañana.

 

Superhumanos

Se estima que el estadounidense promedio hoy trabaja 7.8 horas más de lo que trabajaba en 1979. Ese incremento se debe a que la reacción natural al incremento de la carga de trabajo ha sido aumentar las horas de trabajo. No es extraño, pues, que estemos viviendo en medio de lo que el filósofo surcoreano Byung-Chung Hal ha llamado ‘la sociedad del cansancio’ – admiramos a los que están ocupados a todas horas. A los que no tienen tiempo para el ocio porque todo su tiempo se va en reuniones, viajes de negocios y jornadas extensas en la oficina. Los representamos en nuestro imaginario como trabajadores responsables. Ellos, en últimas, han respondido al incremento en cargas laborales con disciplina, sudor, y, contraproducentemente, menos horas de sueño. Algo, creemos, digno de admirar.

Esta tendencia a superar los límites físicos del humano, ese intento de ser un ‘superhumano’, resulta especialmente atractiva para los líderes. En actitudes que recuerdan a Gustav Graves, el villano de James Bond que pretendía crear un sol artificial para que no tuviéramos necesidad de dormir, importantes referentes empresariales han admitido que sus semanas laborales superan las 100 horas de trabajo.

Indra Nooyi, que fue CEO de PepsiCo durante 12 años, se jactaba de sus jornadas de 20 horas de trabajo. Le competía Marissa Meyer, que fue presidente de Yahoo y que en sus comienzos en Google tenía semanas de 130 horas y acostumbraba a no dormir en absoluto al menos un día a la semana. El caso más reciente es el de Elon Musk. Hace poco, el fundador de SpaceX y Tesla admitió que sus semanas de trabajo últimamente se componen de 110 o 120 horas de trabajo. Esa afirmación, sumada a salidas en falso que le valieron su resignación como miembro de la junta directiva de Tesla, llevó a Ariana Huffington a escribirle una carta abierta en la que le imploraba que durmiera más.

Huffington, fundadora del Huffington Post, se ha convertido en los últimos años en una promotora del sueño. Su propio coqueteo con la muerte (Huffington se desplomó a raíz de fatiga laboral y se despertó, en sus palabras, “en medio una piscina de sangre”) la motivó a crear Thrive Global, una organización que lucha contra el estrés y la fatiga laboral a través de la promoción del bienestar. En la carta a Musk, Huffington apela a las cualidades personales de Musk –que suele guiarse por la ciencia y los datos– y le escribe:

Las personas no son máquinas. Para las máquinas, el tiempo de descanso es un error de fábrica; para los humanos, en cambio, se trata de una característica esencial. La ciencia [del sueño] es clara. Y lo que nos dice es que simplemente no hay manera de que puedas tomar buenas decisiones y alcanzar tus ambiciones de cambiar el mundo si estás operando sin gasolina.

Huffington que reconoce en Musk a un empresario cuyos proyectos son fundamentales para el futuro de la humanidad, agrega:

Las semanas laborales de 120 horas no le sacan provecho a tus cualidades únicas. Las desperdician.

 

Caída cognitiva

Una revisión exhaustiva de múltiples estudios adelantada por los profesores Yvonne Harrison y James Horne de la Universidad de Loughborough, concluyó que aunque la privación de sueño parece no perjudicar el rendimiento en tareas lógicas, sí perjudica la toma de decisión cuando las circunstancias inesperadas, o se trata de un asunto de innovación, revisión de planes, y debilita la comunicación efectiva.

A esa investigación se suma un estudio que indica que 17 horas seguidas sin dormir hace que un trabajador tenga una caída en su rendimiento equivalente a si se tomara dos copas de vino (0.5% alcohol en la sangre). Los niveles de rendimiento al final de esos periodos prolongados de tiempo sin dormir caían tanto que los candidatos no podían, legalmente, conducir sus vehículos de vuelta a sus casas.

Adicionalmente, la privación de sueño afecta la atención en los detalles. Sus implicaciones para profesionales como pilotos, conductores y cirujanos son, naturalmente, significativas. De hecho, investigaciones concluyeron que cuando los médicos residentes trabajan turnos consecutivos, cometen 36% más errores serios y 300% más errores que derivan en muertes de pacientes.

Finalmente, la privación de sueño también tiene repercusiones en el largo plazo, tales como la afectación a la memoria.

 

Deficiencia emocional

Estudios han demostrado que basta con una noche sin dormir para que se afecte el circuito en el cerebro responsable por la denominada ‘teoría de la mente’ – la capacidad de adivinar qué están pensando y sintiendo los otros. En consecuencia, la privación de sueño impide que el privado comparta el estado emocional de otros – una capacidad vital en ambientes de trabajo y, se podría argumentar, aún más importante para aquellos que lideran a otros. Ben Simon, neurocientífico de la Universidad de Berkeley, lo explica en las siguientes palabras:

La preocupación por otros requiere un entendimiento de lo que ellos quieren o sienten, y ahora tenemos evidencia preliminar de que las regiones del cerebro que se encargan de ese entendimiento se ven perjudicadas por la falta de sueño, lo que quiere decir que la base para la empatía se pierde.

Esa reducción en la capacidad empática del individuo ha sido demostrada por experimentos adelantados por profesores del Laboratorio del Sueño y Neuroimagen de la Universidad de Berkeley en California. En uno de ellos, el grupo privado de sueño vio reducida su capacidad de juzgar las emociones que mostraban diferentes rasgos faciales (ira, felicidad, tristeza) que se les presentaban en fotografías. Estas evidencias apuntan a que el líder que no duerme es un líder que ve afectada su capacidad de ser empático.

Otro efecto importante es que los privados de sueño experimentan mayores niveles de soledad. Mathew Walker, profesor de la Universidad de Berkeley, lo explica así:

Entre menos sueño obtengas, menos vas a querer interactuar socialmente. Por su parte, las otras personas generan más repulsión social, lo que incrementa aún más la aislación social causada por la pérdida del sueño.

Muchos líderes han advertido sobre lo solitario que se siente estar en la cima. La presión, la naturaleza del trabajo que hacen, y el gran sentido de responsabilidad que sienten resultan en que no pocos líderes sientan esa sensación que Albert Einsten describía como una “extraña mezcla de reconocimiento universal y soledad”. A esa mezcla se suman dos nuevos ingredientes: la percepción de soledad del líder y la repulsión social que generan la privación del sueño.

 

¿Cuánto dormir, entonces?

Aunque la ciencia pareciera ser contundente respecto de los efectos negativos que la falta de sueño produce en las personas, aún no existe certeza respecto de cuántas horas deberían dormirse cada noche. La mayoría de expertos recomiendan dormir entre 7 y 9 horas. Sin embargo, Ying-Hui Fu, una genetista y bióloga de la Universidad de California, asegura que algunas personas pueden operar perfectamente con periodos tan cortos de sueño como 4 horas.

Fu ha dedicado su carrera a investigar a esos “micro dormilones” y ha advertido que con periodos de sueño de entre 4 y 6 horas logran “operar muy bien y viven vidas largas y felices”. Esa, en todo caso, no es la regla general como admite la misma Fu :“la mayoría de nosotros no estamos diseñados para que nos vaya bien con tan pocas horas de sueño. Si yo no logró dormir 8 horas constantemente, al poco tiempo mi rendimiento cognitivo se reduce a un 70%”.

Los hallazgos de Fu han sido extensivamente criticados por otros académicos, en particular aquellos que han adelantado experimentos respecto de la disminución en rendimiento cognitivo de los privados de sueño. Pero, a pesar de las críticas, lo cierto es que los Musks, Nooyis y Meyers de este mundo siembran, con sus extraordinarios resultados, la duda respecto de si existe relación entre la falta de sueño y un rendimiento mediocre.

 

***

La paradoja para los líderes se hace evidente: de un lado, se ven tentados a caer en la tentación de dormir menos y trabajar más. De incrementar la productividad a toda costa y liderar con ejemplo a aquellos que los siguen. Ese ejercicio de ‘liderazgo’, sin embargo, perjudica sus decisiones, altera su rendimiento y los desconecta de sus equipos de trabajo.

Todo esto, finalmente, repercute negativamente en aquellas personas a las que está intentando guiar hacia puerto seguro. La falta de sueño se convierte en una amenaza silenciosa: no se toma los titulares, pero sus efectos se pueden rastrear y evidenciar en el corazón de algunos debacles. En casos dramáticos, como el del Challenger, y otros menos dramáticos, como el de Elon Musk, que rápidamente desestimo las preocupaciones de Huffington en un tweet:

Ford y Tesla son las únicas dos compañías americanas que se han salvado de la quiebra. Acabo de llegar a casa (a las 3 am). Tu crees que esto es una opción. No lo es.

Musk decidió no escuchar. Solo la historia demostrará si está en lo correcto. Mientras tanto confiemos en que su ritmo desenfrenado de trabajo no termine, como el transbordador especial Challenger, en una explosión de helio y fuego.

 

*Andrés Acevedo Niño es cofundador de 13% Pasión por el trabajo, el principal podcast en español en temas de trabajo y carrera profesional.

 

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