IDEAS

Llegó la hora de cambiar: Sistema B y los esfuerzos colectivos necesarios para construir una sociedad sostenible

Ante una realidad que está en constante cambio, las empresas no pueden guiarse por las mismas directrices de otros tiempos. María Emilia Correa propone una línea de pensamiento que conjuga la conciencia con el sector privado.

Por María Emilia Correa*


Imagen: Archivo CUMBRE

“Son las ‘empresas con propósito’ las que han advertido que no es sostenible seguir operando bajo ideas que fueron pensadas para otros tiempos y para otros contextos socioeconómicos”.

María Emilia Correa 

El 2017 estuvo plagado de noticias extrañas. Tuvimos, al mismo tiempo, el año más frío y más caliente de la historia del planeta. Solo esa noticia bastaría para robarse todos los titulares de los periódicos; sin embargo, en los primeros tres meses del 2018, el mundo ya sufría sequías que parecen imposibles, inundaciones y tormentas de nieve en primavera.

Tan poco probable fue el actuar de la naturaleza que Houston, Texas – el centro mundial del petróleo y base de operaciones de muchas grandes compañías multinacionales – se inundó. El año pasado entendimos que el cambio climático es una realidad y que nos va a afectar a todos, sin importar si somos ricos o pobres.

Otra noticia, que no tiene que ver con el clima pero que resulta igual de impactante, es la epidemia global de malnutrición. Hay más personas en el mundo hoy con problemas de obesidad que de desnutrición.  En Chile, por ejemplo, el 25 por ciento de los niños de siete años tienen sobrepeso. A los problemas de nutrición, y del medio ambiente, hay que sumarle también las preocupantes cifras de trabajo infantil. Según un reporte reciente de la OIT, la cifra a nivel mundial de trabajo infantil supera los 167 millones de niños. Cifra escandalosa y preocupante, y que hace ver inalcanzable la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas de eliminar todas las formas de trabajo infantil para el 2025. Son tantos los niños que trabajan en el mundo que es común, como consumidor, comprar una prenda y luego enterarse que esa empresa la fabricó empleando a niños en alguna parte del mundo.

 

Ciudadanos conscientes

Todas estas situaciones nos permiten darnos cuenta que nuestras decisiones económicas están construyendo el mundo en el que vivimos. Aunque el panorama puede parecer desolador, los ciudadanos entendimos que tenemos la oportunidad, y el privilegio, de tomar decisiones que sean consecuentes con nuestros valores. En nuestro papel de consumidores, los ciudadanos queremos comprar con confianza, lo que no significa otra cosa que comprar cualquier producto, unos zapatos o una cartera, con la certeza que ello no nos vuelve cómplices de torturar niños en algún país asiático, o responsables de generar impacto climático con la ganadería en Brasil. En nuestra faceta profesional queremos trabajar con propósito. Entendimos, finalmente, que uno pasa más horas de la vida trabajando que en la casa, y que la satisfacción de una vida laboral es donde cada uno se sienta orgulloso de lo que haga, reconocido, que encuentre en su trabajo sentido y propósito, y no solo salario.

La oportunidad de los ciudadanos hoy de decidir y de influenciar el actuar de las empresas es única en la historia de la humanidad. Las redes sociales han servido para empoderar a los ciudadanos, posibilitan difundir, con poco esfuerzo, mensajes que lleguen a miles de personas. Ha llevado a que las empresas reconozcan que los consumidores tienen un poder muy grande que puede afectar las marcas. Tenemos la posibilidad, también, de decidir qué destino tendrán nuestros ahorros. De esta manera, en el tema de las pensiones, por ejemplo, los ciudadanos tenemos la oportunidad de decir cómo queremos que se use esa plata, y tener la expectativa de que cuando llegue el momento de la pensión de jubilación, esta se haya construido de una manera que sea acorde con nuestros valores, y que podamos decir con confianza que nuestro ahorro contribuyó a formar la sociedad donde queremos vivir.

El mundo está cambiando, la naturaleza nos está diciendo que no aguanta el exceso que le estamos pidiendo, y los ciudadanos hemos tomado consciencia de la magnitud del poder que tenemos de cambiar la sociedad a través el mercado. Estas ansias de cambio no están focalizadas en grupos determinados por edades, géneros, razas o religiones, sino que se trata de un interés colectivo: el deseo de construir una sociedad más justa, más incluyente y más sostenible.

 

El rol del empresariado

Dentro de ese cambio global el empresariado juega un papel muy importante. El sector privado tiene una capacidad enorme de llevar bienestar a millones de personas y a nuestro planeta. Esto propició el surgimiento de un nuevo ecosistema empresarial en el que las compañías son conscientes de la necesidad de reformular las nociones tradicionales de hacer negocios, buscan modelos de negocio que sean rentables y buenos para las personas, las sociedades y la naturaleza.

El nuevo panorama empresarial lo componen empresas que no solo se preocupan por lo que hacen, sino por CÓMO lo hacen y PARA QUÉ lo hacen.  Son las ‘empresas con propósito’ las que han advertido que no es sostenible seguir operando bajo ideas que fueron pensadas para otros tiempos y para otros contextos socioeconómicos. Ideas como que la única razón de ser de las empresas es la maximización de utilidades para los socios, como si los empresarios no viviéramos en el mismo planeta que todos los demás. Son empresas de todos los sectores de la economía, desde PYMES hasta multinacionales, que innovan y asumen el desafío de ser actores claves en una economía más sostenible y generadora de confianza ciudadana.

Avanzar en contravía del mercado es un desafío. Necesitamos accionistas que se entusiasmen con la posibilidad de construir un legado de largo plazo, y ser actores de la solución de los problemas. Esta invitación es lo que consolidan las Empresas B; son empresas que se comprometen de manera pública, institucional y legal a incluir intereses no financieros en la gestión, modificando sus estatutos legales de constitución.

Estas empresas surgen a partir de un concepto creado en 2007 en Estados Unidos por B Lab. Las Empresas B forman parte de una comunidad global que busca aportar en la creación de una nueva economía.  Son entidades que quieren ser las mejores para el mundo.

En Colombia hay 44 empresas B que le están apostando a hacer negocios con responsabilidad social y ambiental. Entre ellas podemos resaltar a Fruandes, gran exportadora de fruta orgánica colombiana; Arroz Blanquita, la primera productora de arroz orgánico de Colombia; la 25 Export, cuyo propósito es transformar la sociedad a través del fútbol, Crepes&Waffles, MariaPanela, Conexia, Natura Cosméticos, entre otras que se pueden consultar en la página www.sistemab.org.

 

Herramientas para ser parte del cambio como empresario

Estatuto de constitución

Una manera efectiva de asegurar que las decisiones que tome la empresa sean coherentes con su propósito es consignar dicho propósito dentro de los estatutos de constitución de la empresa. La consecuencia de esto es que los socios se comprometen a actuar y tomar decisiones conformes con el propósito, y es exigible por los otros socios. Es importante recordar que se trata de comprometerse con un propósito que actúe como derrotero de la organización y que resulte en un impacto positivo en la sociedad.

 

Evaluación de impacto B (www.evaluaciondeimpactob.org)

La evaluación de impacto B es una herramienta gratuita, disponible en internet para cualquier empresa. Es una encuesta que sirve para identificar las prácticas empresariales que tienen impacto social y ambiental en todas las áreas de la empresa. Permite visualizar qué prácticas tienen impacto social y ambiental, profundizar en aquellas que sirven y mejorar o descartar las que no. Se trata de una herramienta para empresarios que quieren iniciar el camino del propósito, y que les interesa hacer una evaluación sincera sobre su manera de operar y el impacto de ella en la sociedad y el planeta.

 

Certificación

Para acompañar el entusiasmo por ser un actor de cambio positivo existe la opción de convertirse en una Empresa B certificada; con esta herramienta se incrementan las probabilidades de que las acciones sean consistentes y avancen a una velocidad correcta. Ese proceso facilita mucho la operación de la empresa, pues implica la evaluación por parte de un experto externo, de cuáles procesos funcionan y cómo se podrían mejorar aquellos que no son compatibles con los ideales de sostenibilidad, confianza y colaboración.

Obtener una certificación sirve para mejorar la gestión interna, genera consistencia, continuidad y claridad para todos los empleados. El sello B mejora la comunicación con los clientes porque es garantía de que la empresa pasó por una evaluación en la que se revisaron sus prácticas de gestión y que, además de eso, está trabajando con un propósito.

 

Las empresas B son solo un engranaje del sistema

Sistema B es una organización que se creó en el año 2012 para acompañar el cambio en América Latina hacia una nueva economía, una economía donde el éxito se mida por el bienestar de las personas y de la naturaleza. Se llama Sistema B porque el cambio es sistémico, es decir, es indispensable que las empresas se sumen al mundo del propósito, pero no es suficiente. Es necesario también que los consumidores reconozcamos esas empresas y actuemos acorde con ello en el mercado. Necesitamos que los inversionistas inviertan en estas empresas, necesitamos que los medios de comunicación, y los líderes de opinión, den a conocer que existen otro tipo de mercados; necesitamos que la política pública promueva mercados con propósito. Dentro de este cambio es indispensable invitar a la academia a enseñar que las empresas pueden ser, al mismo tiempo, exitosas financieramente y buenas para el mundo. No es posible cambiar la economía si las personas aprenden a hacer empresa tal y como se hacía hace 50 años.

En el panorama económico actual la economía crece, y crece la desigualdad; crece la economía, y se acaba el agua; crece la economía, y se acaban los ecosistemas; crece la economía, y aumenta la contaminación. Necesitamos invertir esa ecuación y que crezca la economía, y disminuya la contaminación; crezca la economía, y mejore la calidad de vida de las personas. El sueño es que haya muchas empresas actuando con propósito, y que entre todos construyamos una economía donde el éxito no sea la acumulación rápida de dinero, sino construir la sociedad donde queremos vivir.

*María Emilia Correa es abogada de la Universidad de Los Andes y es la cofundadora y directora de Sistema B en América Latina.

*Este artículo fue originalmente publicado en Profesión Líder 2018. La presente es una versión adaptada para CUMBRE.

 

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