HISTORIAS

Repensando el liderazgo en la educación

El colegio Qualia cree en la educación como un lugar político del que los estudiantes son líderes y protagonistas.

Por Carlos Barrera*


 Imagen: Pixabay CCO

“La buena educación debe contemplar como prioridad la calidad del ambiente, la equidad de género, la preocupación genuina por la estabilidad emocional de los estudiantes, la comprensión del contexto y la historia de cada uno de ellos y el desarrollo de criterio para usar la tecnología y las redes sociales”.

Carlos Barrera 

Desde hace un buen tiempo tengo la sensación de que la palabra “educación” se usa tanto y en tan diversos contextos que llega a perder su significado. Por ejemplo, el sentido de educación en la afirmación “María es más educada que su hermano” es diferente a su sentido en la afirmación “el problema de Colombia es un problema de educación” o en “en Colombia hay escolaridad, mas no educación”. Parecería, sin embargo, que todos tenemos claro que es importante y deseable educar y educar bien.   

De estos usos, hay uno en especial en el que tendemos a pensar que una educación de calidad equivale a excelencia académica y esta última la asociamos a buenos resultados en exámenes estandarizados. Sin embargo, entendemos lo importante que resulta tener líderes que, más que impecables hojas de vida, promedios académicos deslumbrantes, competentes en habilidades de lectura, escritura y en pensamiento lógico matemático, sean capaces de reconocer y comprender las dificultades del otro, se den la oportunidad de equivocarse y acepten que lo hacen, piensen la realidad al margen del prejuicio y del estereotipo, y crean que el poder es para repartirlo y no para aglutinarlo.

Sentimos que hay cierto consenso en que la educación no puede o no debe ser solamente excelencia académica. Hoy, tal vez de manera más clara que nunca, deberíamos entender que la buena educación debe contemplar como prioridad la calidad del ambiente, la equidad de género, la preocupación genuina por la estabilidad emocional de los estudiantes, la comprensión del contexto y la historia de cada uno de ellos y el desarrollo de criterio para usar la tecnología y las redes sociales. Esto por sólo nombrar algunos de los retos que nos deberían convocar a todos.

Con estas ideas en mente, hace cinco años, junto a Sonia Urrea y un grupo de profesores, creamos un proyecto educativo llamado Qualia, un colegio por ciclos que tiene como finalidad que aquellos estudiantes que salen de otras instituciones por razones disciplinarias, académicas o emocionales encuentren un espacio para entenderse a ellos mismos de una forma diferente a como lo hacían en sus anteriores colegios.

Al tratar de comprender qué significa ‘educar’ y qué podría significar ‘educar a esta población’, pensamos que debíamos buscar la formación de líderes capaces de identificar e interpretar los matices del mundo, del otro y de ellos mismos. Nos hemos dado cuenta de que eso que hacíamos con la finalidad de reconstruir el tejido roto por el fracaso académico y sus consecuencias emocionales, también resulta en la firme convicción de que liderar en la educación, o en la formación de líderes (que para efectos prácticos debe ser lo mismo), no es nada diferente a enseñar cómo desnaturalizar la cotidianidad, es decir, entender que la realidad no es única, monolítica y estática, sino que es compleja, contradictoria y asombrosa, llevándonos a comprender las problemáticas propias y humanas de una manera más crítica, responsable y amplia.  

Eso nos ha obligado a pensar en estrategias pedagógicas de este tipo: respeto a la identidad de los estudiantes, permiso irrestricto para las críticas y sugerencias que vienen de estudiantes y profesores -ojalá en buen tono y con argumentos-. Ambos ejercicios con el único objetivo de despertar la curiosidad y promover una comunicación diáfana con los estudiantes en la que prime la comprensión y no un implacable y duro juicio.

Tratamos también de mostrar que el poderoso es falible y que debe ser objeto de crítica y humor, especialmente si es el rector. Que el mecanismo menos efectivo para la transformación es el castigo, entendido éste como venganza y que, entonces, la justicia debe ser retributiva y no punitiva. Buscamos que los estudiantes cuestionen las prácticas del día a día y que no crean ciegamente en sus profesores, padres, amigos o cadenas de whatsapp; que sepan burlarse de todo, inclusive de ellos mismos; que entiendan que, como dice Aristóteles, “todos queremos saber al margen de su utilidad”, y que la educación es este espacio donde una persona puede forjar y construir su identidad a la luz y abrigo de los otros.

Tal vez, la mejor descripción de lo que comúnmente nos encontramos, lo señaló un estudiante de último ciclo al que le fue encargado el discurso de grado del semestre pasado y a quien me tomo el atrevimiento de citar:

“Hubo una época en mi vida donde mi conducta nunca fue acorde a lo que me exigían: siempre fui un ejemplo para los padres de mis compañeros… ese ejemplo de lo que no querían que fuera su hijo (…). Desde el principio, no entendía bien muchas dinámicas sociales que al parecer eran indispensables para ser uno más. Hacía las cosas que se consideraban normales al revés (…) ¡Era ajeno! Mis facultades sociales en ese entonces eran tan primitivas que siempre me etiquetaron como ‘caspa’.

En Qualia(…) La diversidad y la alternatividad dominaban, compartí mis días al lado de personas enteramente diferentes a mí, con diferentes opiniones políticas y culturales, orientaciones sexuales diversas, modificaciones corporales o maneras de vestir. Abrieron mi mundo y mi mente, mi manera de ver la vida e incluso a las personas que me rodeaban.”

Cinco años después creemos que la educación es, como lo refleja de alguna manera el discurso del estudiante, un lugar político en el que los jóvenes, en vez de desaparecer entre el mutismo, el miedo y la soledad, deben aparecer con voz y acción al frente de los demás. Un lugar que, lejos de separarnos del otro nos recuerda, parafraseando a Séneca, que si queremos vivir para nosotros hay que vivir para el otro, pues no podemos ser felices si sólo nos tenemos en cuenta a nosotros mismos. Educar, educarnos, liderar en educación, es para Qualia el ejercicio constante e inacabado de transformar a los jóvenes en algo mejor de lo que ya son, y esto únicamente puede suceder si se hace a través del otro, poniendo atención especial a quién no soy yo.

* Filósofo con maestrías en Historia y Educación de la Universidad de los Andes. Es director del colegio Qualia.

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