EQUILIBRIO
Siestas poderosas: del surrealismo a la realidad
¿Qué hay detrás de la tendencia a mezclar dormir con trabajar? Aquí, una explicación.
Por Estefanía Jaramillo Duarte*
¿Por qué una compañía invertiría dinero en el sueño de sus empleados? La respuesta es simple: las siestas cortas son un poderoso energizante.
Como era costumbre ya, en una tarde cualquiera, Salvador Dalí se dispuso a aplicar su método paranoico-crítico. Recostado, sujetó una llave entre las manos, cerró los ojos y sin hesitación se dejó sumergir en el sueño. Al cabo de unos minutos, su racionalismo cedió paso a las imágenes del subconsciente. Cuando sus músculos estaban relajados y su mente oscilaba con fluidez entre la somnolencia y la vigilia, la travesía llegó a su fin. El golpe de la llave contra el piso lo despertó: estaba listo para retomar su trabajo artístico.
Curiosamente, lo que pretendía con este método no era dormir, sino distanciarse de su racionalidad para alcanzar la libertad creativa. Su cita con el subconsciente era la más importante del día porque como él mismo afirmaba ‘’los sueños son la materia de la que está hecho el surrealismo’’ (BBC, 2021). Su método fue tan efectivo que un año después de aplicarlo, dio a luz a su obra más representativa: La persistencia de la memoria. La pintura, icónica por sus relojes derretidos, fue resultado de un acto simple pero necesario en el día a día: la siesta poderosa.
¿Cómo funciona la ciencia de la siesta poderosa? Empecemos por una aclaración: no cualquier siesta es poderosa. Para atribuirle ese apellido, hay que asegurar que sea corta y liviana. Esto se debe a que el método sólo puede aplicarse en las fases iniciales del sueño (N-1 y N-2), que son un «cóctel ideal para la creatividad». Se estima que duran 5% del tiempo de pernoctación y acaban cuando el sueño entra en la fase tres, o fase de sueño profundo, de la que es más difícil despertarse. El valor del sueño liviano consiste en que es un híbrido semilúcido que facilita la interacción entre partes del cerebro de pensamiento espontáneo y otras de control cognitivo (Science Advances, 2021). En esa interacción reside el verdadero poder del sueño liviano: mantenernos como equilibristas en medio de la conciencia y la inconciencia. Esta es la esencia de una siesta poderosa.
Si dormir y trabajar son actividades ajenas, parecería extraño juntarlas en un mismo espacio. «Al trabajo no se va a dormir, sino a dar su cien por ciento» dirían los empleadores. Sin embargo, este imaginario está siendo debatido. En Estados Unidos, cerca del 34% de las compañías ofrecen a sus empleados habitaciones de siestas (National Sleep Foundation, 2008), y en Canadá, la tendencia ha sido más pronunciada: algunas han invertido hasta 40.000 dólares para instalarlas. Bob Vaez, CEO de EventMobi, se describe a sí mismo como el CEO que «promueve dormir en el trabajo» y no es la única oveja negra: Google Canada, Accenture, Randstad Canada, Uber, Zappos y Ben & Jerry’s, por citar algunos ejemplos, también lo hacen.
¿Por qué una compañía invertiría dinero en el sueño de sus empleados? La respuesta es simple: las siestas cortas son un poderoso energizante. Pero no cualquiera. Uno de carácter profundo, a diferencia de los del supermercado. De acuerdo con Sara C. Mednick, autora de Toma una siesta! Cambia tu vida, las siestas nos reinician y optimizan funciones cerebrales (Soong, 2011). Tres beneficios sobresalen: el fortalecimiento de la memoria, de la capacidad de aprendizaje, y de la habilidad para resolver problemas.
Para entender las ventajas de las siestas conviene compararlas con un homólogo energizante: el café. Si ya hay cápsulas de café en la oficina, ¿para qué incorporar las de sueño? La razón es que el café sólo nos mantiene despiertos, mientras que las siestas potencian funciones cerebrales. Esto se confirmó en una investigación académica que demostró que, en comparación con el café, las siestas aumentan la retención en siete horas y veinte minutos. La cafeína tiene poco que aportar a la memoria y sólo mejora el desempeño en tareas que no recaen sobre información compleja (Mednick S. C., Cai D. J., Kanady J. & Drummond S. P., 2008). Como en contextos laborales las soluciones rara vez están servidas en bandeja de plata, es evidente que el café no basta.
En segundo lugar, estudios realizados por Axel Mecklinger PhD. y Matthew Walker PhD. demuestran que las siestas mejoran el aprendizaje. Descubrieron, por ejemplo, que las ondas de frecuencia lenta del sueño ligero fortalecen el hipocampo y sus memorias asociadas (Studte S., Bridger E. & Mecklinger A., 2015), en particular la memoria asociativa. En ese sentido, el sueño ligero permite relacionar nuevos elementos e interiorizar la información, actividad esencial para la consolidación de aprendizajes.
Por último, el sueño corto ayuda a resolver problemas. Así lo determinó el Instituto del Cerebro de París, que demostró que la etapa de sueño ligero lleva a ponderar diferentes caminos para realizar tareas y escoger el más efectivo. Se trata, en realidad, de la creatividad a la hora de encontrar soluciones. Según Delphine Oudiette, una de las autoras del experimento, se comprobó «que hay un momento fugaz y propicio para pensamientos perspicaces dentro del período de inicio del sueño». Además, que «la actividad cerebral común a la zona de penumbra entre el sueño y la vigilia enciende chispas creativas» (BBC, 2021). Esas chispas son fundamentales para exclamar «¡Eureka!» más seguido.
Dados sus beneficios intrínsecos, no es de extrañar que las siestas tengan resultados extraordinarios: mejoran en un 54% la atención y en un 34% la productividad. Esto debería persuadir a que más empleadores complementen las cápsulas de café con las de sueño. El costo, por supuesto, no es cero. Y no necesariamente por la inversión económica, sino por el otro reto que se interpone en el camino: el de apoyar aquello que es mal visto.
Aplicar la ciencia de la verdadera productividad requiere repensar los modos de trabajo y tomar decisiones contraintuitivas y arriesgadas. En lo que a bienestar y productividad se refiere, aferrarse a lo aceptado es desastroso. Ser pionero, una apuesta obligatoria. Una convicción poco común puede aclarar el panorama: lo que nos hace humanos, nos potencia. Bajo esa filosofía el cambio parece posible. Finalmente, en eso consisten las grandes apuestas por el desarrollo de capacidades: en actuar al mejor estilo del artista soñador.
*Estefanía Jaramillo Duarte es profesional en gobierno y relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Es colaboradora de CUMBRE y se desempeña en el sector público internacional.
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