IDEAS

¿Son formas de liderar o de adaptarse a las situaciones?

Una reflexión alrededor del papel de los contextos en la determinación y acción del líder.

Por Lina Rengifo*


Son las circunstancias, situaciones y hechos que nos rodean los que nos llevan a establecer una forma determinada de liderazgo.

Hablar de estilos de liderazgo es como hablar de los estilos de vida de las personas. El liderazgo es inherente al ser humano y se comporta según la situación, con quien se encuentre y lo que se espera de él.

Toda persona tiene potencial innato para ser líder en cualquier situación que se encuentre, solamente debe hallar en sí mismo la fuerza que lo conduce a proceder en el momento adecuado. Saber cuándo es el momento propicio para escalar la montaña es hacer lo correcto por sí mismo, por las personas cercanas y por el bien común. Un líder siempre promueve, siempre hace y siempre logra lo que se propone, no importa de cuantos recursos disponga, su impulso va a lograr que consiga resultados, un líder siempre construye y agrega valor para sus seguidores.

Cuando se reúne un grupo de personas habitualmente tienen algo en común, una amistad, un pasatiempo, un interés, un propósito, una meta que alcanzar; y por lo general, alguien ha tenido la iniciativa de la convocatoria fundamentada en la relación personal que ha entablado, la persona que ha convocado a ese grupo momentáneamente es su líder. ¿De qué depende que mantenga su liderazgo? De la fuerza que contiene la causa que los motivó. A lo mejor la causa inicial trasciende y se transforma en un mejor propósito, de mayor alcance, y el líder natural de la convocatoria debe dar un paso al costado para que otra persona, con mayor capacidad de influencia y autoridad sobre las personas abandere el logro de la nueva meta.

Acá aparece una de las características fundamentales del liderazgo, es propio de las personas y puede mutar de persona a persona según la idoneidad del líder en cada parte del proceso. Un líder también debe reconocer sus límites y decidir hasta dónde agrega valor a la meta y en dónde cesa de darlo.

¿Cómo pueden los seguidores transitar hacia la meta de manera uniforme si el líder cambia a lo largo del objetivo? Las respuestas son varias y tienen diferentes causas; como lo menciona Daniel García Vanegas en su libro Líder por excelencia, las organizaciones, según la edad que tengan, requieren de tipos diferentes de liderazgo. Una organización formal, al igual que una causa abanderada por un líder, tiene los mismos ciclos de vida y puede requerir diferentes líderes para no morir en el intento.

En la etapa de creación de una causa, una idea o una empresa, se requiere de un líder que, inspirando confianza, anime a los seguidores a hacer posible la meta mediante la unidad de visión y manteniendo la conciencia plena de que sí se puede lograr todo lo que se ha propuesto, que la acción adecuada en el momento oportuno va a llevar de forma conjunta al éxito.

El proceso de logro de la meta, la construcción de las bases sólidas precisa que el líder propicie una cultura de crecimiento sostenible en dos vías, una en la atracción de los seguidores para que sea mayor el número que persiga la meta, y la vía la de la formación de nuevos líderes que sirvan de multiplicadores ante más audiencias, y que de esa forma crezca el número de seguidores comprometidos que causen impacto en la sociedad.

Una vez el efecto multiplicador de líderes y de seguidores ha crecido, y la meta se ha mantenido inmodificable, el carácter del líder principal se manifiesta en la medida en que es él quien sostiene con compromiso, y acertada toma de decisiones, que el éxito se logre. La concordancia entre todas las palabras dichas y las acciones tomadas demuestran que los patrones de liderazgo y gestión han logrado sus propósitos. La gestión ha aportado orden y coherencia a la meta y el liderazgo se ha ocupado de que el proceso de cambio parezca orgánico, natural y espontáneo.

Un líder siempre mantiene su atención en la meta, en obtener resultados, para ello observa la situación y analiza la motivación de sus seguidores para tomar decisiones sobre la estrategia que debe desarrollar. Teniendo en cuenta que un líder solo en contadas situaciones impone los procesos para la consecución de los objetivos, debe encontrar el balance perfecto para comunicarse con sus seguidores e incentivar en ellos los pasos hacia la acción.

Lograr la meta ha requerido un camino de muchos pasos, muchos cambios han sucedido y mucho liderazgo se ha necesitado. En ese largo transitar, todos los que han intervenido en el proceso se han adaptado a cada nueva situación que se presentó. Seguramente en el proceso hubo planeación y de esa forma los líderes y sus seguidores tuvieron oportunidad para informarse sobre lo que deberían hacer; como una tabla de instrucciones sobre qué hacer cuando algo ocurra, aun cuando las situaciones que se anticipan no coinciden en condiciones. Todo este proceso preparó la obtención de los resultados de forma ordenada, facilitando la toma de decisión de los líderes.

Aunque no hay un manual que defina idénticamente los estilos de liderazgo, hay consenso en que los líderes son personas capaces, que basan la toma de decisiones en su experiencia, en su conocimiento, sobre cómo cautivar a sus seguidores y, sobre todo, por un alto potencial de adaptación a las situaciones. No me detendré en el enfoque conceptual de la inteligencia emocional, sino en la reflexión de nuestra facilidad de adaptarnos a hechos y situaciones.

Los dos elementos reflejados en el título del artículo tienen su razón de ser. De un lado, la academia y los estudiosos han tratado de establecer una ‘matriz’ de estilos de liderazgo que, desde mi perspectiva, reflejan la forma en que una persona, un grupo de personas, o una organización, responden con voluntad ante una circunstancia. Entre más compleja sea la circunstancia, mayor exigencia en términos de habilidades y competencias serán necesarias en el líder.

Esto me lleva a plantear que son las circunstancias, situaciones y hechos que nos rodean los que nos llevan a establecer una forma determinada de liderazgo. Las personas u organizaciones de manera determinística adoptamos uno de los posibles estilos de liderazgo. No caigamos en la tentación de creer que los estilos son un cuadro de definiciones preestablecidas. Al hablar de estilos de liderazgo me refiero a posibles comportamientos que podemos asumir frente a un sinnúmero de situaciones.

Para influir a los seguidores, un líder debe lograr que la visión de la meta se articule con los valores que motivan a sus seguidores, debe involucrar a las personas para que vean cómo lograr la meta se ve reflejado en altos niveles de compromiso, de respuesta, de adaptarse de forma amable a los cambios y a romper los paradigmas que se creían sagrados, impenetrables y perpetuos, a avanzar hacia el cambio que beneficia a todos.

Hay muchos estilos de liderazgo, y las posibilidades para obtener los mejores resultados son combinaciones de factores que se van uniendo según la situación para llegar a la meta. A mi modo de ver, uno los desafíos más complejos que tiene el liderazgo es la administración de comportamientos. Un líder empresarial tiene la inmensa responsabilidad de administrar tantos comportamientos como colaboradores tenga la organización, más la combinación de todos ellos en el día a día, piense por un momento la complejidad de esto.

Una organización lidera el comportamiento combinado de sus actores o grupos de interés. Pareciera un ejercicio matemático de combinatoria. Una de las capacidades del liderazgo en tiempos modernos es la de establecer culturas que, con un propósito, tengan la habilidad de leer, comprender, adaptarse a la dinámica y velocidad con la que cambian los comportamientos de las personas y del entorno. No es, para nada, una tarea fácil.

*Lina Rengifo es profesional en finanzas y comercio exterior, conferencista en temas de liderazgo, innovación y comunicación digital.

*Este artículo fue originalmente publicado en Profesión Líder 2017. La presente es una versión adaptada para CUMBRE.

 

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