IDEAS
Te compro a tu novia
Una mirada al desafío que enfrentan las mujeres que buscan cambios en un mundo diseñado por hombres y para hombres.
Por Diana Osorio*
El mundo necesita más mujeres decisorias. A muchas nos gusta el fin, pero no los medios para alcanzarlos.
En una de las canciones más populares de los años noventa un amigo le proponía al otro un trato muy particular, comprarle a su novia. “Te compro a tu novia, pues tú me has dicho que, es linda y apasionada, es buena y adinerada, no cela nunca por nada, y sabe hacerlo todo en la casa. No sale ni a la esquina, no habla con la vecina, no gasta y economiza, y todo lo resuelve tranquila”. Millones de niñas no solo crecimos bailándola, sino creyendo que ese era el ideal de mujer; dócil, entregada a las labores del hogar, consagrada a su hombre, una mercancía comprable y vendible. Esta no fue la única canción de su tiempo, es tan solo una expresión que refleja la necesidad de un cambio cultural profundo, que redefina el papel de la mujer en la sociedad.
Las mujeres, a lo largo de nuestra vida, absorbemos la información de nuestra familia, nuestro sistema educativo y de los medios. Generalmente replicamos los roles y el comportamiento de nuestros padres, la formación impartida por nuestras maestras, el bombardeo diario de los medios de comunicación, las producciones televisivas, cinematográficas y, obviamente, las canciones de moda. La idealización femenina y la construcción de nuestra seguridad dependerá en gran medida de estas variables externas.
Al inicio de la adolescencia, en la mayoría de los casos, nuestra imagen no concuerda exactamente con el modelo de mujer impuesto. A muchas nos cuesta años recuperar la confianza y seguridad. En mi caso, durante la Medellín post Pablo Escobar, donde las mujeres heredaron su ideal de belleza, yo era exactamente la antítesis; mis piernas largas, delgadas, mi cuerpo de 1.80 m de estatura, no encajaban precisamente con el sueño masculino del momento, representado en las modelos de corta estatura y voluptuosidad en todos los ángulos posibles. Desafortunadamente, los estereotipos de belleza femeninos no se destruyen, se transforman y, aún hoy, a las mujeres nos juzgan mucho más que a los hombres por nuestra forma de vestir, nuestro físico y nuestros modales femeninos a la hora de actuar, intervenir, sentarnos y caminar.
A las mujeres nos piden inteligencia con belleza, maternidad con liderazgo, carácter con delicadeza, autonomía con entrega, empoderamiento con prudencia, critican tu permanencia en el hogar o en la oficina, tu devoción a tu esposo o a las citas de trabajo, al tiempo que dedicas al gimnasio o a tus hijos, tu forma de vestir o tu descuido personal. Al final, las mujeres debemos elegir, inevitablemente, cómo seremos juzgadas.
Maternidad Vs. profesión
En la lista de desafíos que las mujeres debemos afrontar, a la hora de buscar cómo ocupar un alto cargo de responsabilidad, la maternidad es una variable inevitable para entender nuestras decisiones de perseguir, o no, estos cargos; dada la estructura cultural existente donde la sociedad concibe a la mujer como la principal responsable de la crianza y del hogar.
Aun somos mayoría las mujeres que somos madres, o queremos serlo, pero somos minoría las que lo logramos de forma planificada una vez cumplimos muchas de nuestras metas académicas. Sin embargo, muchas mujeres quisieran contar con una cultura empresarial, social y política más empática con su papel de constructoras sociales a través de sus hijos, que les permita vivir su maternidad sin sacrificar totalmente su profesión.
Las emprendedoras pueden hacerlo, y las áreas de talento humano de algunas empresas comienzan a pensar en programas para las madres que buscan concertar horarios flexibles, días de teletrabajo, y modificación de su salario con el fin de retener a sus buenas empleadas, lamentablemente en Colombia aún son muy pocas. Debemos hacer un mayor esfuerzo en promover en las empresas las ventajas sociales, y económicas, de tener a mujeres en sus organizaciones satisfechas a nivel personal y profesional, que no detengan su ascenso a causa de la maternidad.
Afortunadamente, las mujeres que alcanzan sus metas académicas toman voluntariamente la decisión sobre permanecer con sus hijos o volver a su carrera profesional; sin embargo, el 19.5% de adolescentes en Colombia quedan embarazadas, y el 84% de estas nunca logran terminar sus estudios. Adicionalmente, el 56% de las madres son cabeza de familia, y casi la mitad vive en situación de extrema pobreza. ¿Cómo tendremos equidad de género sin el empoderamiento de casi el 20% de nuestras jóvenes mujeres?
Liderazgo femenino en un mundo masculino
Vivimos en mundo gobernado por hombres, las empresas, los congresos, los parlamentos, y los gobiernos locales; las constituciones, los estatutos y, en general, las decisiones más importantes son tomadas desde una perspectiva que representa solo a la mitad de la población, el resultado, competitividad sin piedad y altos riesgos. La búsqueda de metas a toda costa es el combustible que mueve a un planeta cada vez más agotado, y ahogado en el vapor del crecimiento económico imparable sin sentido social. Los hombres han tenido su oportunidad, y el resultado ha sido pobreza, hambre y desigualdad.
El mundo necesita más mujeres decisorias. A muchas nos gusta el fin, pero no los medios para alcanzarlos. Las mujeres deben participar en sistemas creados y reglados con los rasgos de la competitividad masculina, deben hablar y actuar como hombres, o avanzar con el respaldo de alguno. Pocas mujeres excepcionales logran surgir como grandes líderes conservando su feminidad e independencia.
En las zonas más alejadas, las niñas y jóvenes encuentran pocos referentes de mujeres locales en altos cargos como modelos a seguir. Argentina, Chile, Costa Rica y Brasil ya tuvieron presidentas, en Colombia ninguna mujer ha logrado ni siquiera pasar a una segunda vuelta presidencial. Medellín, Bogotá o Cali aún no han tenido alcaldesa. En el Congreso tenemos a tan solo 52 parlamentarias, y de los 100 gerentes más exitosos en el 2016, tan solo 26 son mujeres.
Otro de los rasgos que he encontrado en amigas o colegas, y que personalmente he vivido, es la inseguridad, en muchos casos esta sobrepasa nuestras capacidades.
Muchas mujeres que en algún momento han deseado ocupar ciertos cargos creen que no deben aspirar porque no tienen el perfil, la experiencia, los estudios, o la trayectoria necesaria para hacerlo. Por el contrario, no deja de sorprenderme la inmensa irresponsabilidad, o adicción al riesgo, de muchos hombres, que piensan que pueden asumir tareas diversas, no les temen a los retos que nada tienen que ver con su profesión, su experiencia y trayectoria. Un informe de la empresa HP reveló que las mujeres profesionales necesitan cumplir con todos los requisitos de una vacante para decidir solicitarla, mientras que a los hombres les basta con cumplir con el 60% de las habilidades requeridas para hacerlo.
Alguna vez escuché que la mayor diferencia entre colombianos y japoneses es la capacidad para trabajar en equipo; también aprendí que son las leonas las verdaderas reinas de la selva, siendo ellas las que cazan en manada y cuidan colectivamente de sus crías, crecí viendo cómo los hombres gobernaban el país en compañía de otros hombres, siempre supe que el trabajo en equipo es lo que diferencia a una cultura de otra, a depredadores y víctimas, a hombres y mujeres.
Las mujeres tenemos gran responsabilidad en nuestra propia exclusión, debemos admirarnos más, empoderar a las más jóvenes o vulnerables, apoyarnos más y murmurar menos, construir estrategias conjuntas de participación política y empresarial, participar en los espacios que otras mujeres crean. Quiero enseñarle a la hija que espero a cooperar con otras niñas, a arriesgarse y ser competitiva sin perder su feminidad, a educarse para soñar, a amar su cuerpo sin peros, a enseñar en la medida que aprende, a inspirarse para inspirar, a que un día entienda que el liderazgo no es necesariamente inherente a muchas personas, pero que la cooperación sí es inherente al liderazgo; y que en la medida en que coopere, y gestione cooperación, construirá la escalera hacia sus sueños y metas.
*Diana Osorio es directora de Responsabilidad Social de La Equidad Seguros.
*Este artículo fue originalmente publicado en Profesión Líder 2017. La presente es una versión adaptada para CUMBRE.