IDEAS

Tecnología y ética: un debate para el mundo empresarial 

Los avances exponenciales de la tecnología han generado tensiones éticas entre empresas y ciudadanos. Pero, ¿qué hay de las tensiones entre empresas y sus propios empleados?

Por Luis Felipe García*


Si bien antes alguien podía pasar rápidamente de confeccionar juguetes de forma manual a operar la máquina que lo hace por los humanos, hoy en día no es claro cómo una persona ya especializada en una materia muy específica puede pasar a especializarse rápidamente en otra igual de compleja.

El escándalo de Cambridge Analytica en la campaña de Donald Trump sorprendió al mundo. Entre otras cosas, quedó claro que no siempre controlamos la tecnología, sino que, en ciertas ocasiones, ella nos controla a nosotros. En ese caso particular, una compañía con sede en Londres aparentemente adquirió de forma indebida información de 50 millones de usuarios estadounidenses en Facebook, que luego utilizó para influir en las elecciones de Estados Unidos de 2016 a través de noticias falsas. Esta es solo una pequeña parte del verdadero problema; existen acusaciones sobre similares conductas en elecciones en Argentina, Francia, e incluso en la campaña por el Brexit.

La tecnología es un conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Esto quiere decir que buena parte de nuestra vida está permeada por ella, pues no es nada distinto a la aplicación del conocimiento científico para el mejoramiento de nuestras vidas en diversas dimensiones. Una de dichas dimensiones se encuentra al interior de las empresas. Allí, la tecnología es esencial para la generación de procesos más eficientes, entre otros fines.

Si bien asuntos como la protección de datos hacen parte de una reflexión ética profunda para las empresas en la actualidad –como en el caso de Facebook–, no sucede lo mismo cuando se aborda la tecnología desde otra perspectiva. La discusión ética sobre la tecnología no se agota en la relación entre las empresas y sus clientes, sino que se extiende a lo que sucede al interior de ellas. La pregunta que debemos hacernos entonces es: ¿debe ser implementada la tecnología como medio para la optimización de procesos al interior de las empresas sin consideración sobre sus efectos?

La invitación es a detenernos por un momento y reflexionar sobre la responsabilidad moral que implica dicha línea de acción. No se trata de desacelerar un proceso con evidentes beneficios económicos, se trata de navegar este camino de forma éticamente responsable. Muchos recordarán a aquel trabajador que veían todos los días y fue, súbitamente, reemplazado por una máquina. Bueno, esto podría ser solo el comienzo de una disrupción mucho más radical. Al respecto, solo para poner un ejemplo, una pregunta que muchos expertos se formulan hoy es: ¿provocará la inteligencia artificial un aumento en el desempleo?

Hay muchas posiciones desde las que se puede responder esta pregunta. Hay quienes afirman que la humanidad se ha enfrentado a procesos sociales en los que desaparecen algunos trabajos, sin que ello implique un aumento intempestivo del desempleo, pues nuevos empleos se crean al interior de dichos procesos. Otros contradicen esa tesis al afirmar que antes los humanos podían capacitarse en nuevas tareas y adaptarse al nuevo entorno laboral, pero que ahora, ante la hiperespecialización del trabajo, resulta altamente improbable. Si bien antes alguien podía pasar rápidamente de confeccionar juguetes de forma manual a operar la máquina que lo hace por los humanos, hoy en día no es claro cómo una persona ya especializada en una materia muy específica puede pasar a especializarse rápidamente en otra igual de compleja. Lo anterior no es siempre imposible, pero sin duda alguna es un proceso con múltiples obstáculos financieros, emocionales y temporales.

Para entender el alcance de este fenómeno, vale la pena acudir a una distinción importante a la hora de hablar de máquinas y humanos. Los seres humanos tienen dos tipos de habilidades: físicas y cognitivas. Las máquinas han reemplazado al ser humano en trabajos que requieren habilidades físicas. Ahora bien, como advierte Yuval Noah Harari en su libro 21 Lecciones para el siglo XXI, hoy parece posible que los seres humanos pierdan el monopolio sobre trabajos que demandan habilidades cognitivas en un futuro no muy lejano. Lo anterior puede traer consecuencias nunca previstas en el empleo, aun para quienes afirman que las sociedades se reinventarán como lo han hecho siempre.

Esta discusión parece ajena a la realidad colombiana. Podría pensarse que estos debates son relevantes en sociedades más “desarrolladas”, en las que la tecnología avanza a pasos más largos. No obstante, en un mundo globalizado no es posible atribuir problemas y soluciones a otros. Todo está interconectado y lo que suceda a miles de kilómetros de distancia tendrá, sin lugar a duda, efectos tangibles en nuestro país. No entrar en la discusión es ser un agente pasivo en el futuro. A esto se suma el hecho de que quizá seamos nosotros los más afectados en este proceso; en países más pobres la clase trabajadora suele estar menos capacitada, por lo que un cambio en los procesos puede dejarlos más rápidamente fuera del mercado laboral.

Así, retomando la pregunta inicial, la tecnología como medio para la optimización de procesos al interior de las empresas debe ser implementada teniendo en consideración sus efectos, por lo menos en algún nivel. Hay quienes propondrán que se regule el tratamiento de datos, como efectivamente ya se ha hecho, mientras que otros irán un poco más allá y defenderán una implementación progresiva de ciertas técnicas con el fin de proteger el empleo. Con independencia de la conclusión a la que llegue cada lector, la invitación es a no dejarse de preguntar esto. Necesitamos líderes en diferentes rincones de la sociedad que sean conscientes del deber moral detrás del uso de la tecnología para crear empresas cada vez más eficientes. No para dejar de aprovechar sus bondades, sino para evitar sus posibles daños, que tristemente, son muchos e incalculables.

 

*Luis Felipe García es Abogado de la Universidad de los Andes. Es Cofundador de la emisora universitaria Proyecto Séneca y ha sido director editorial del Periódico Al Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.

 

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