HISTORIAS

Un día en Rusia: ¡Eso es liderazgo!

Poco a poco el recuerdo del mundial se desvanece y un colombiano que vive en el exterior quiso inmortalizar una escena que lo reconectó con su país.

Por David Callejas*


Tomo el vuelo para casa en minutos, con unas ansias enormes de ver a mi esposa y mi hijo. Me voy de Rusia solo, como llegué; con lágrimas de felicidad por lo vivido, pero con una desazón enorme de no poder continuar esta aventura. Puede parecer exagerado para aquellos que no lo han vivido, pero luego del nacimiento de Luciano, estos dieciséis días que pasé en mi primer mundial son, de lejos, los más intensos emocionalmente (quizás físicamente también) que he tenido en mi vida.

No es un paseo. No es simplemente uno o algunos partidos de fútbol. Es una hermandad que se forja, a miles de kilómetros de casa, con personas que hasta ese momento eran ‘desconocidos’. Ver al equipo que amaste desde pequeño, sentir a esos desconocidos vibrar contigo y compartir emociones, recibir  expresiones de cariño de los Rusos por tu país – mostrarles todo lo lindo que tenemos allí – es algo que difícilmente se puede describir con palabras.

“Nuevos amigos y reencuentros, una cantidad enorme de enseñanzas, la ratificación del inmenso amor que le tengo a mi país y unas ganas enormes de poder transmitirle a mi hijo esto tan lindo, eso me deja este mundial de Rusia 2018. Pero qué lindo es el futbol. A los ingleses les tenemos que ganar! #conlaféIntacta  #somosmaslosbuenos #somostendencia”

Ha pasado un mes desde que culminó el mundial de Rusia, y eso escribía en mis redes; ahora, con la cabeza fría, con los periódicos y noticieros que hablan de otros temas, el sentimiento sigue intacto.  Cada aventura y travesía vivida llegó con enseñanza, cada momento, por banal que pareciera, en realidad, ¡era y fue un gran momento!

Más allá de los momentos épicos que ocurrieron en el terreno de juego (el empate de Mina al 93’, el gol de Falcao contra Polonia), he decidido registrar esta escena que, a diferencia de los goles, no es susceptible de ser repetida en video.

Un día en Rusia

Dejarme “adoptar unas cuantas horas” por una pareja de ancianos con quienes compartí literas en una estrecha habitación de tres metros por dos, en un tren acalorado y con un aire a segunda guerra mundial, reírnos al son de las señas y de google translate, compartir la comida que llevábamos, ayudarlos con sus cosas y ellos con las mías. Asumir el rol de “nieto” líder ¡Eso es liderazgo! Esto fue en un tren entre Moscú y Saransk, diez extenuantes horas de viaje, pero los viejos continuaban, tenían cuarenta y ocho horas por delante antes de llegar a su destino.

Cinco de la mañana: “Welcome to Saransk, follow me!” Es lo primero que escucho al bajarme del tren. Es uno de los miles de voluntarios que dispuso la FIFA para ayudar a los turistas con la logística durante la copa del mundo. Me dejan en una especie de sala de espera junto con otro grupo de colombianos que venía en el mismo tren. Me presento, hablamos, nos prestamos cargadores de celular, algunos compraron bebidas para el resto, cantamos, nos reímos ¡no parecían las cinco de la mañana! ¡no parecíamos desconocidos!

A eso de las siete, nos comenzaron a dar las indicaciones e información para que cada quien se fuera para su lugar de hospedaje. Todos se fueron y yo quedé solo, pues ningún taxista sabía dónde quedada la dirección del apartamento que había alquilado. Alrededor de las nueve, por fin el jefe de seguridad de la estación de trenes logró explicarle a un taxista cómo llegar a “mi apartamento”. Salgo de la estación con el taxista, y vaya sorpresa: otro colombiano sentado en un andén, lo saludo, le pregunto, ¿Qué hace? ¿Para dónde va? – No sé, llegué solo en el tren, no tengo celular, no tengo plata, mis amigos llegan por la noche (“¡Siempre habrá alguien peor que tú!”). Le dije, véngase conmigo y ahí miramos qué hacemos – Uy paisita muchas gracias.

¡Tenía muchos dólares, pues trabajó dos meses como mesero en los Estados Unidos para poder ir al mundial, Chapeau!, pero no tenía Rublos, es decir no tenía nada.

Le guardé su equipaje en mi apartamento, lo invité a desayunar, lo llevé a comprar una sim card para su teléfono, lo llevé a que cambiara los dólares. Cabe aclarar que comunicarse en Moscú, una de las más grandes capitales del mundo, es bastante complicado, casi nadie habla inglés ¡Ya podrán imaginarse cómo es comunicarse en Saransk, que tiene treinta y ocho veces menos habitantes que Moscú!

Pasó el día, y en frente de la catedral de Saransk, me despedía de Jeffrey le deseaba suerte y le daba mi contacto para vernos más adelante. De pronto a nuestras espaldas una pareja de colombianos se acercan, se presentan, nos saludan y nos preguntan: “¿ustedes saben dónde podemos cambiar dinero y comprar una sim card?”  ¡A partir de ahí fue Jeffrey quien se convirtió en líder!  ¡Eso es liderazgo!

 

Todo eso ocurrió en un lapso de dieciséis horas. Mi estadía en Rusia fue de trescientos ochenta y cuatro horas. Ya podrán imaginarse el sinnúmero de situaciones similares que se desencadenaron, pues ese era el día a día.  Esa hermandad, ese sentimiento compartido, esas cadenas de favores, ese positivismo que cada quien traía consigo y esa condición de líder que cada uno asumió, me hace ilusionar por lo que venga de ahora en adelante, pues me hace pensar que lo único que se necesita para liderar son ganas, pasión y convicción.

*David Callejas es ingeniero, colombiano, y vive actualmente en Luxemburgo. Se considera un amante del conocimiento y del calor humano.

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